viernes, 5 de junio de 2009

Jimarson III

Se esperaban, a veces uno, a veces el otro. El café quedaba cerca de la casa de Rober, Jimarson era el que debía moverse por tener auto. Era una mañana como cualquiera, las hojas cayendo como cualquier otoño invitando a una melancolía de lágrima con dos media lunas. Ambos disfrutaban de repetirse, de simular un encuentro profundo con sus libros sobre la mesa, con la cámara esa que ya estaba un tanto vieja pero él negaba cambiar. Hoy el caminante aguardaba por el motorizado, no tenía libros ni cámara, se había quedado dormido y salió rápido, pensando en el retraso y no en el motivo del encuentro.

En una mesa dos viejos con el Clarín, en otra uno que se pide un Gancia con unas papitas y él que se decide por la imagen que debe dar y encarga un cortado. Tiene sueño, repasa la ducha y la paja y se maldice, cuando se despierta cansado sabe que debe evitarla pero cada vez que entra al baño, cada vez que se expone a la lluvia de agua tibia y corre hacia atrás el cuero que cubre a su amigo, este se despierta y lo invita al placer. No podía, desde que la descubrió no pudo dejarla.
Tenía sueño.
:- No me quedaron sobrecitos de azúcar, te traigo la azucarera.
El pulgar respondió por él, el azúcar es azúcar venga en un sobre de papel o en un tarro de vidrio. Le importaba poco, se dormía. Con esfuerzo intentó traer a su mente turbada los temas del día, los asuntos tan trivialmente importantes que lo forzaban a encontrarse con su amigo en ese bar de viejos que les gustaba por trillado. Miraba la foto de Pichuco, pensaba en la Semana de las Artes y Mariana sonidista. Ya no pasaba nada con ella, solo pensaba. Llegó el cortado y las facturas, también la servilletita debajo de la taza y la cucharita con un poquito de mugre adherida. Un poco de azúcar en frasco de vidrio, revolver despacio, como si una mujer lo hubiera dejado la noche anterior. A lo lejos el ruido del quinientoscuatro y la sonrisa que viene con la idea de Jimarson recién levantado, improvisando una disculpa que no necesita.

Estaba bien el cortado, todo estaba bien en ese lugar que se daba el gusto de conocer a sus clientes, por escasos. Las facturas no eran un lujo pero si se humedecían en el café quedaban como cualquiera. Vió estacionar en frente al Peugeot, todavía tenía el barro de la encajada. Su amigo salió despacio, prestando atención a no dejar nada dentro pero tampoco sacaba sus carpetas, no traía nada en sus brazos. Antes de cruzar en dirección al café miró bien a ambos lados, dió con su pie en las costras de barro del coche. Cruzó, se vieron, se rieron.

:- Che, no traje nada.
:- Saludá primero, pelotudari.
Se puso de pie, un abrazo con palmaditas en la espalda y un beso en el cachete.
:- ¿Contento?
:- No, no me esperaste.
:- Parecés una mina, ¿te tengo que acomodar la silla?
:- Haceme una paja mejor.
Hablaban fuerte, los viejos ya no se asombraban de estos dos jóvenes de treinta y algo. Eran los únicos que emitían algún sonido, sin contar el tv de catorce pulgadas que colgaba del rincón de las camisetas de clubes barriales. Al principio no fueron bien recibidos, los consideraban unos maleducados que solo venían a perturbar el orden de cementerio que reinaba entre los gerontes. Robertino supo romper el hielo en varias ocasiones hasta dejarlo bien molido, el alcohol, el Fernet Branca era el encargado de acercar generaciones.
:- ¿A qué vinimos me querés decir?
:- La reunión de los jueves che.
:- ¿Qué reunión de los jueves boludo?
:- Esta.
:- Vos me hacés caminar al pedo nomás, si esta semana no laburamos.
Le preguntó a su amigo que tomaba, si estaba bueno y demás cuestiones de consumidor dubitativo. Pidió lo mismo, como siempre. Se levantó al baño, la rutina era la acostumbrada y la camarera, la señora del dueño (los doblan en edad) preparó dos jarritos, no tenía que esperar a que le diga Robertino que necesitaba otro para no dejar solo a su amigo.
:- ¿No meás antes de venir?
:- ¿Qué te importa?
:- Siempre repetimos lo mismo, ¿te das cuenta?
:- ¿Estás sensible?
:- Dormido, tenía ganas de quedarme en casa, no de venir a tu reunión de los jueves.
:- Nuestra che, venimos acá a comentar cosas fundamentales de la vida.
:- Vamos a estar acá, comentando tus cosas fundamentales de la vida, toda una vida.
:- No, los jueves nomás.
:- Mirá...
:- ¿Qué?
:- Estoy dormido y vos en vivo.
:- No, es que no la pongo hace rato, entonces viste... uno se pone rápido.
:- Ah...
La segunda tanda para Robertino, la primera para Jimarson. El mismo tempo para el azúcar, la vejez simulada y el rito del café con un amigo.
:- Corré el pie boludo, yo llegué primero.
:- Chupame la pija.
:- Vos me hacés esperarte en esta mesa... la próxima me siento en una más grande, acá no entramos los dos, vos siempre te estirás todo.
:- Qué sensible, menopáusica.
Jimarson se levantó a llevar el azúcar, la mesa era realmente pequeña y no le gustaba como quedaba ese tarro ahí, no colaboraba con el balance de cuadro.
:- ¿De qué vamos a hablar?
:- De nada, tomemos el café y si seguís dormido te llevo a tu casa.
:- Es para matarte eh.
:- No seas ganso, si después me llamás para tomar mates.
:- Pero hoy tenía unas ganas de dormir...
:- Estás cojiendo mucho, tenés que aflojarle che, sino te me vas a consumir.
:- Envidia se llama eso, además el sexo no te consume.
:- La paja en la ducha entonces.
:- ...
:- ¿Le das?
Robertino y el café, un sorbo largo y esa expresión de "claro boludo, como vos".
:- Bueno, yo también y no vengo así, muerto en vida.
:- No estoy muerto en vida, solo que anoche... bueh, cosas de pareja.
:- ¿Discutieron?
:- No, no, cogimos mucho, eso nomás.
:- Vos me largás así... cuando la agarre a Flor la mato.
:- ¿Se van a ver?
Jimarson y el café, sorbo largo y esa expresión de "claro boludo, me extraña".
:- Dale ganso, contá.
Jimarson y el café, sorbo largo (muy) y esa expresión...
:- La puta que te parió, seguro que me hiciste venir para contarme esa huevada.
:- Jaja.
:- ¿Para eso? Te voy a cagar a patadas, nos podemos ver más tarde si me querés contar que te vas a cojer a Flor.
:- Más tarde no che, no tengo tiempo hoy.
:- Chupame un huevo.
:- No, tengo que mantener el aliento fresco.
:- ¿A qué hora la ves?
:- Ahora en un rato, después de llevarte.
:- Portate bien eh, no quiero reclamos después, no te hagas el desinteresado porque la vas a cagar de nuevo.
:- Si, ya sé que la tengo que cuidar, querer, respetar, todas esas cosas que hacen confiables a los tipos... solo es que antes no tenía ganas, ahora si.
:- ¿Vas con el auto así?
:- Claro, tampoco tengo que ir con un cartel que diga regalado- las manos señalando en el pecho el lugar del hipotético letrero.
:- Siempre un duro eh.
:- Así son las cosas, vos el blando y yo el duro, ¿no?.
:- Vos el boludo que me hace venir acá para juntar un poco de coraje.
:- Áspero... tomemos el café que se enfría.

Dejaron de prestarse atención y se concentraron en el tv de colores saturados. Noticias, el mundo y sus problemas, los viejos que comentan y cotejan el Clarín con el noticioso. Robertino les pide el suplemento deportivo, lo lee mientras Jimarson sigue con sus facturas, esperando que termine, vaya a mear y se decida a salir del café. Mucho fútbol, muchos boludos que corren detrás del esférico y así dan sentido a la vida de miles de personas. Se quedó pensando en su amigo con la amiga de su ex mientras chusmeaba con desgano las noticias de los burros. Jimarson y la mano en el hombro de Robertino, "¿vamos?".
:- Dale.