En su mesa apareció el licuado de banana con leche. "¿Te pedí unos tostados?". No, se había olvidado, pero la chica que era muy amable le dijo que no se preocupe, que estaría listo al instante. Siguió con la mirada el vaivén de sus caderas no muy generosas hasta que se perdió al otro lado de la barra. "Debo ser el único estúpido que pasó los 10 años y pide un licuado con tostados en este lugar". Seguía esperando. El lugar le parecía agradable, bien iluminado, limpio. Pensó en otros rincones de mala muerte. No, era mejor este. No se acordaba por qué habían quedado en encontrarse ahí, no tenían mucho de que hablar tampoco, era simplemente una reunión solidaria. "Solidaria". Había terminado la cosa con la chica culta, estaba solo como perro malo. Jimarson era solidario. Escuchar música, "hay un barcito donde tocan jazz a veces, es un lugar bien, podemos vernos ahí, te vas a distraer".
:- Disculpe la tardanza, es que acá solo saben destapar cerveza o descorchar vinos- y vió que tenía algo impreso en la piel, en la cara interna de la muñeca.
:- ¿Eh?- qué tarado.
:- Le decía que disculpe la demora- sonriente, mirándolo fijo, dándose cuenta de que se sentía incómodo con su "¿Eh?".
:- La verdad que no me dí cuenta, estaba mirando los cuadros- mentira.
:- ¿Le gustan?.
:- No digas le, decí te- devolviéndole la sonrisa, comprobando que era una chica simpática, quizás de su edad.
:- Si te tuteo me voy a querer quedar hablando con vos- y Robertino estaba helado.
Dió media vuelta y se fue, con la bandeja acompañando la cadencia de su andar. Él se quedó apagando el cigarrillo, probando el tostado y moviendo el sorbete dentro del licuado.
----------
:- ¿Así que te tiró onda?
:- Si, supongo.
:- Dejá el "supongo", pedazo de pelotudo- Jimarson era siempre blanco o siempre negro. Hora y media tarde. Estaba la cerveza junto al segundo licuado y la tercera ronda de tostados. Maníes. Cenicero rojo, circular, con tres hendiduras para posar cigarros. Mesa cuadrada, amplia, no como las de los cafés de viejos. Cuatro sillas, dos con ellos dos con camperas y demás yerbas. Los instrumentos ya eran presa de músicos aceptables, jazz decente y luces tenues. Se estaba bien, definitivamente se estaba bien. Aguantó a que Jimarson pida la cerveza para contarle. Cuando María volvió, así se llamaba (Jimarson se encargó de averiguar el nombre por Robertino), los dos la observaron minuciosamente. "Está buena che". Veredicto, claro y conciso veredicto. Luego comenzó otra vez a relatar lo acontecido antes de su llegada (la de Jimarson) y llegaron al punto de choque.
:- Es que ya me pasó otras veces.
:- ¿Ya te pasó qué?
:- Esto.
:- Dejame de romper las pelotas con tus inseguridades salame- y tomó unos manises a lo guarango y se los embuchó de una.
:- Te vas a atragantar.
:- Si me atraganto ella va a tener que venir a ver qué pasa y vos vas a poder decirle que está todo bien, que solo soy muy macho para comer de a uno o dos manices y que cuando escupa voy a quedar como nuevo- y se mandaba más, guarangamente. Robertino sonreía con esa expresión de "no cambiás más" que tentaba a Jimarson a seguir siendo el de siempre.
----------
Take Five, de Dave Brubeck.
:- No sé quién es el del saxo.
:- El de la batería se llama Carlos, lo conocí hace mucho en un bar de viejos.
:- ¿Carlos qué?
:- No me acuerdo.
:- ¿Y el del saxo?
:- No sé, solo sé el nombre del de la batería, escuchemos, mejor.
Take Five, hermoso. Los pies al compás. Quinta cerveza y una lágrima en la mesa. Maníes.
:- No te vas a ir de acá sin hablar con la mina esta eh.
:- ¿Qué me decís "eh" boludo?.
El solo de Carlos. Jimarson había decidido apenas terminado el tema partir hacia el baño para dejar expuesto a su amigo, obligándolo a pedir la cuenta, forzándolo a entablar un diálogo formal. Robertino estaba agazapado, espectante, sintiéndola en la barra, mirando a su colega que lo miraba de reojo y descifrando que tramaba este, desde su borrachera indómita. Acordes finales, el vaso de cerveza que descarga su contenido en una garganta que lo recibe gustosa. La lágrima hace lo suyo y también se va, dulce. Ni maní, ni tostado. Aplausos. Vuelven las luces pero no tan fuertes como al principio.
:- Voy al baño, tomá-plata-, pagá.
:- Sos un boludo importante vos...
:- Y vos un pajero, dejame de joder- y se fue, lo abandonó, lo dejó desprotegido en medio de la sabana.
Luego de sus instantes dubitativos, esos que tanto conocía en él, giró su cabeza para encontrarla mirándolo y ella se acercó sin necesidad de que la llame.
:- ¿Me vas a pedir la cuenta?- a un Robertino otra vez helado, pero ella sonreía impúdicamente.
:- Si- qué tarado.
:- ¿Nada más?- pie, otro pie.
:- No, estamos bien- qué flor de tarado. Y lo miraba de pie, a su lado, sonriendo por demás divertida porque él le había gustado así, desde que llegó con ese aire de me está pasando una boludez importante.
:- Yo si te quiero pedir algo- helado, seguía helado.
:- Lo que quieras- vamos carajo, al fin una.
:- ¿Cómo te llamás?.
:- Robertino- ¿Eso nomás?.
:- Son 27,50 Robertino.
:- Ok- y le dió 30, sin retorno.
:- Esperame que te tengo que dar el recibo.
:- ¿Y boludo?
:- Le pagué, me preguntó el nombre y me dijo que espere que me tiene que dar el recibo.
:- Ok, yo me voy a la mierda, vos te quedás acá.
:- ¿Qué?
:- Lo que escuchaste hermano, no seas estúpido, quedate- y lo abrazó, le palmeó la espalda, estaba muy borracho-. Te quiero, pero cuando te ponés boludo me dan ganas de pegarte.