domingo, 21 de noviembre de 2010

Coral (vida y obra de una mascota feliz)

se acerca a la puerta
me ve, llora
y espectante
aguarda por mis zapatillas

sabe que la acompaño
hasta ahí
por unos breves minutos
sin más

sé que sabe
por eso me ve
a lo lejos
mientras hace lo suyo

a mi me gustaría
que me den
de comer
y me bajen
a cagar

espejo (superpancho)

a veces te veo
y no me reconozco,
pero intento otra vez
y el pasado
te dibuja.

una chica de lentes*

A vos te gustaba jugar al elástico
A mi no tanto, siempre fuí más
de los autitos acucharados.

De a ratos,
antes del almuerzo,
antes de la merienda,
nos dejaban.

Llamaba mi mamá,
en la puerta esperabas vos
tenía media hora
pero a mi
me encantaba
ser,
sólo ese tonto
que sostiene el elástico.

Juana

cuando voy en bicicleta
no escucho
solo oigo
y digamos que nadie dice mucho

transcurro
no pedaleo
y se me cansan las ideas
por eso sudo

también duermo
de ojos cerrados
borracho
o sobrio

¿entiende?
no es de vago nomás
a mi me gusta
andar en bicicleta

La tercera.

si hay algo que no voy a olvidar
son esas dos cosas
que haces con la boca,
besar,
y mentir

I love barrio

creer
que por crear imágenes fuertes
puedo ser un buen escritor

eso quieren
no?

y si les hago pensar
en un villero
tocando una trompeta

qué me dicen?

miércoles, 3 de noviembre de 2010

XXXVII

Se supone que tengo que mirar las nubes de mierda y pensar en algo más que en todo ésto, pero no sé que es eso en lo que debo pensar...

:- Lamentablemente no voy a estar ahí el jueves que viene.

sábado, 30 de octubre de 2010

XXXII

Al final todo se reducía a un par de zapatos charolados. No le gustaban, se los habían regalado por error, por no conocerla. No quedaba más alternativa que acompañarla, quizás luego un café... quería pensar en sorrentinos pero una cara ofuscada y un reloj indicando las tres de la tarde serían suficientes para obligarlo a desistir, y no estaba con ánimos de entablar un diálogo poco cordial en una esquina cualquiera de un centro cualquiera. La siguió, ella primero se calzó, luego él, y así con todo. Los encontró el espejo del baño en el justo instante de cepillarse los dientes. Su pelo largo la volvía sexy, aún después de más de un orgasmo matinal y el doble café con leche acompañado por muchas tostadas. La remera blanca al revés, la etiqueta a medio soltar y la barba de dos días lo pintaban tal cual el momento lo encontraba, como un hombre poco dispuesto a abandonar un ambiente cálido en busca del gélido viento invernal.
Lo apuró. Las doce y media, horario de comercio, catorce horas a más tardar. Un jean, zapatillas, suéter, campera. Todo eso más acomodarse el pelo le tomaba unos veinte minutos. Un vestido floreado, zapatitos, medias, vincha, morral, saquito. Cincuenta minutos mínimo. El pelo había cedido al cepillo durante el tiempo de los dientes. Lo miró triunfante luego de transcurridas tan solo dieciocho fracciones de sesenta segundos y él sonrió. Le dió un beso, abrió la puerta de entrada, cerró la puerta de entrada y la tomó de la mano. Sin más se dispusieron a caminar entre vainillas, hojas de tilo y niños con elásticos, rayuelas y pelotas.
:- A vos se te ocurre cambiarlos- y le regaló un beso en el cachete que también era sonrisa. Con la mano desocupada buscó en su campera el atado de Parliament.
:- Lo termino y nos subimos a un taxi, justo en la avenida.

:- ¿Viste que son más lindos?- estaba feliz en el café, luciendo sus pies siempre preciosos. Una lágrima y un licuado de banana a medio terminar decoraban una mesa un tanto barata, enchapada en símil madera. Quizás ya eran las cuatro del miércoles, repasaba la agenda semanal, reposaba en el jueves, en la bendita reunión de los jueves, y a la tarde le tocaba hacer las fotos de una nueva sociedad de fomento. No aparecían grandes planes, lo necesario estaba en casa o en un 504, el tiempo de las epopeyas había quedado atrás. Sin quererlo retrocedió en el calendario. Fue el de antes en sus recuerdos y aguantó una vez más esos trajes que no le quedaban, compartió trabajo con personas increíbles y durmió en camas inabarcables. Al volver se supo cómodo, contemplando a María calmo, con el estómago tibio. Toda la salida le pareció perfecta a pesar de su modorra y sus ganas de dormir. No entendía bien el por qué pero estaba siendo feliz, era dueño de una felicidad moderada y continua, una felicidad que por sincera no sufre sobresalto alguno.
:- Che ganso...- y lo llamaba, lo traía desde sus vaivenes históricos, devolviéndolo a una realidad que lo recibía blanda, amena.
:- ¿Que?

(ella sorbete, licuado)
:- ¿Me querés?

(él sonrisa, ella sorbete, licuado)
:- Te Amo.

viernes, 29 de octubre de 2010

Mandados

A fin de cuentas a él le gustaban esas dos horas que se tomaba para hacer los mandados. Tomaba la bolsa de la cocina, revisaba su interior. Cuando ésta estaba vacía encaraba presuroso hacia lo de Don Eduardo. Era la casa más linda del lugar, con su techo a dos aguas de tejas verdes y sus paredes blancas de pintura a la cal. No tardaba mucho en llegar, tan solo debía recorrer unos veinte metros hacia el este. Abría la cerca sin hacer ruido, la cerraba, seguía el sendero grisverde de piedra y pasto y ahí estaba la mecedora con Don Eduardo durmiéndole encima. Le daba charla a veces, muy a veces, sabía que el otrora médico del caserío disfrutaba del silencio ganado después de años de trabajo. Solo tenía que buscar en el suelo, junto al atado de cigarros, un boyito de papel con algunas monedas: la lista y el dinero. Estaba listo, luego la cerca, cerrar y de nuevo a andar.

Viriato lo esperaba con limonada, piernas flacas y un perro siempre adormecido. Sin nada que permita divisar el inicio o el final del terreno de su propiedad había instalado una precaria casa de madera junto a un árbol. Le daba sombra y también lo ayudaba a disimular las goteras del rancho. Entablaba en su segunda parada un diálogo breve, lleno de cariño, respeto y agradecimiento (ustedes deciden de quién a quién, o qué corresponde a cada uno). Arroz y harina. Monedas, limonada fresca, rascar un poco al durmiente Fabio y partir, no sin antes regalarle a Viriato algunas palabras de elogio por su tan bien lograda limonada.

Luego de la casa escondida bajo el verde le tocaba ver a Joana. Era una mujer más grande que su madre pero más joven que María Aparecida. Se la notaba firme, turgente. Podía hacer sus compras sin esfuerzo pero Edmilson disfrutaba de su compañía, y a veces luego de entregarle la compra podía quedarse a comer algunas de sus ricas galletas de chocolate. La casa era pequeña, discreta, en muy buen estado, con un parque de césped prolijo y flores coloridas. Subía los peldaños que separaban la puerta de la tierra colorada, golpeaba leve y esperaba. Joana le regalaba una sonrisa, le invitaba algo y le daba las instrucciones. Él estaba tonto o enamorado, nunca nadie lo supo.

Ni antes ni después de estas tres visitas estaba él listo para verla. Iba sonriente, le gustaba ver a Eduardo dormir, tomar la limonada de Viriato y sentir el aroma de Joana. Sus pies se adelantaban tranquilos por el amplio camino que lo llevaría hasta el perobá rosa que le recordaba que debía virar a la izquierda. Claro que la bolsa no le pesaba, ni llena le pesaba, porque gracias a ella reapareció María Aparecida en su vida, con sus manos arrugadas de piel suave y su caramelera de vidrio. No podía recordar la primera vez que la vió, no es algo común que los bebés graben en su memoria el rostro de la persona que los ayudó a llegar al mundo, aunque siempre montaba imágenes para recrear el momento. Luego de algunos metros por un sinuoso camino la encontraba buscándolo con los ojos desde su ventana, sonriendo mansamente. En esa comunión secreta de quienes se quieren se decían hola y hasta luego, para ahorrarse tiempo y dedicar las palabras (o los silencios) a las cosas importantes. Él se acercaba a la puerta, golpeaba la planta de sus pies con las manos y de costado, con los huesos, empujaba y traspasaba el umbral.

domingo, 24 de octubre de 2010

Edmilson Riveiro (Echimilson en estos lados)

:- Ey Edmilson, ve a espantar a las palomas.

Sus rodillas morenas y huesudas eran parcialmente cubiertas en su extremo superior por un jean precariamente cortado. Él corría con eso, corría a las palomas. Sus pies morenos y huesudos eran parcialmente cubiertos por la tierra. Él corría con ellos, corría a las palomas.

:- Mantenlas lejos del pan para los pollos.
:- ¿Y por qué no entramos el pan para los pollos hasta que los pollos lo quieran?
:- Edmilson... solo quítalas.

Espantar palomas podía transformarse en deber de tiempo completo. Instalaba su pesadez de hora de siesta bajo la parra mientras comía uvas y escupía las semillas a las ratas voladoras.

:- Edmilson... las uvas calientes hacen mal a la panza.
:- Pero mamá, sino querés que las coma así poné algunas dentro de agua...
:- Edmilson...

No era tonto, como todos los niños. Él sabía que después de una tarde de espantador de palomas armado con semillas de uva el dolor de panza era algo insoportable. En el inodoro pasaba sus segundos más solitarios, compadeciéndose de si mismo a la espera de que termine el calvario. Era más bien un baño humilde, el agua se calentaba en uno de esos calefones eléctricos que se enchufan exclusivamente cuando alguien quiere tomar una ducha. "En cinco minutos Edmilson, ni uno más", él sabía esas minucias.

Le gustaban sus vacaciones, estar sin hacer nada esperando a que su madre le de alguna tarea simple, transformable en un juego en un abrir y cerrar de ojos. Ella se contentaba viéndolo cuidar del pasto, creyendo que él lo hacía por gusto, pero no era así, Edmilson admiró desde muy pequeño a su padre, sin que nadie lo sepa imitaba el ir y venir de sus piernas cuando pasaba la máquina de cortar el pasto, o más de una vez se esforzó por lograr esa cadencia al carpir el borde del patio con la azada heredada por tantos. Le gustaba ser hombre.

Así como disfrutaba de lo anteriormente dicho también tenía espacio para un amigo, el pequeño Jimarson, un vecino jocoso y un tanto bobalicón que cada día por medio entraba a su casa con una pelota en mano, presuroso a partir hacia la plaza del barrio para medirse en un enfrentamiento futbolístico (conformado por todos los niños del lugar) lleno de puntapiés y golpes francos a la canilla. Ambos niños eran sumamente habilidosos y más de una vez se vieron forzados a abandonar los partidos después de un caño carente de respeto.

:- El pan es pan Edmilson, aquí no comemos con galletones.

Si bien nunca fue veloz siempre fue confiable, por eso varios gerontes de la cuadra recurrían a él cuando lo veían pasar con la bolsadehacerlosmandados. Solo una persona no tenía que llamarlo. María Aparecida fue su amiga muchos veranos: anciana amable que supo encontrar en él un amigo, un nieto y un hijo.

:- Es que no quedaba otra cosa ma...
:- Edmilson...

Así transcurrieron las vacaciones de este muchacho mientras fue un niño, entre mandados, vecinos, mandatos familiares, las ganas de ser hombre, un amigo y el fútbol. Su relación con María Aparecida merece un capítulo aparte, ya que ocupa un espacio en su vida física y sentimental como no ocuparon las palomas o la parra.

Edmilson Rivero, poeta.

viernes, 5 de marzo de 2010

Camarera

Alpargatas, jean gastado, camisa, pelo lago un poco más allá del hombro, despeinado, barba rala de varios días. El cigarrillo en su mano derecha que cuelga perpendicular al suelo. Está sentado, espera. En su cabeza imágenes, frases, reproches, porques, rupturas, aromas y un bife a la plancha. Sin posarse en ningún lado pasaban sus ojos de aquí para allá, entre instrumentos musicales que esperaban como él, cuadros un tanto añejos, reproducciones de cuadros muy añejos y gente. Siempre gente. Gente que estaba ahí esperando a que alguien recoja los instrumentos y comience a hacer algo. En su cabeza hacer. La acción obligada era una ofensa en si misma. Le gustaba soñar con ser mascota. Las mascotas están para ser rascadas, para comer, para dormir. ¿Por qué soñar con tener plata?, ser mascota es más placentero. En su cabeza dormir.

En su mesa apareció el licuado de banana con leche. "¿Te pedí unos tostados?". No, se había olvidado, pero la chica que era muy amable le dijo que no se preocupe, que estaría listo al instante. Siguió con la mirada el vaivén de sus caderas no muy generosas hasta que se perdió al otro lado de la barra. "Debo ser el único estúpido que pasó los 10 años y pide un licuado con tostados en este lugar". Seguía esperando. El lugar le parecía agradable, bien iluminado, limpio. Pensó en otros rincones de mala muerte. No, era mejor este. No se acordaba por qué habían quedado en encontrarse ahí, no tenían mucho de que hablar tampoco, era simplemente una reunión solidaria. "Solidaria". Había terminado la cosa con la chica culta, estaba solo como perro malo. Jimarson era solidario. Escuchar música, "hay un barcito donde tocan jazz a veces, es un lugar bien, podemos vernos ahí, te vas a distraer".

:- Disculpe la tardanza, es que acá solo saben destapar cerveza o descorchar vinos- y vió que tenía algo impreso en la piel, en la cara interna de la muñeca.

:- ¿Eh?- qué tarado.

:- Le decía que disculpe la demora- sonriente, mirándolo fijo, dándose cuenta de que se sentía incómodo con su "¿Eh?".

:- La verdad que no me dí cuenta, estaba mirando los cuadros- mentira.

:- ¿Le gustan?.

:- No digas le, decí te- devolviéndole la sonrisa, comprobando que era una chica simpática, quizás de su edad.

:- Si te tuteo me voy a querer quedar hablando con vos- y Robertino estaba helado.



Dió media vuelta y se fue, con la bandeja acompañando la cadencia de su andar. Él se quedó apagando el cigarrillo, probando el tostado y moviendo el sorbete dentro del licuado.




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:- ¿Así que te tiró onda?

:- Si, supongo.

:- Dejá el "supongo", pedazo de pelotudo- Jimarson era siempre blanco o siempre negro. Hora y media tarde. Estaba la cerveza junto al segundo licuado y la tercera ronda de tostados. Maníes. Cenicero rojo, circular, con tres hendiduras para posar cigarros. Mesa cuadrada, amplia, no como las de los cafés de viejos. Cuatro sillas, dos con ellos dos con camperas y demás yerbas. Los instrumentos ya eran presa de músicos aceptables, jazz decente y luces tenues. Se estaba bien, definitivamente se estaba bien. Aguantó a que Jimarson pida la cerveza para contarle. Cuando María volvió, así se llamaba (Jimarson se encargó de averiguar el nombre por Robertino), los dos la observaron minuciosamente. "Está buena che". Veredicto, claro y conciso veredicto. Luego comenzó otra vez a relatar lo acontecido antes de su llegada (la de Jimarson) y llegaron al punto de choque.

:- Es que ya me pasó otras veces.

:- ¿Ya te pasó qué?

:- Esto.

:- Dejame de romper las pelotas con tus inseguridades salame- y tomó unos manises a lo guarango y se los embuchó de una.

:- Te vas a atragantar.

:- Si me atraganto ella va a tener que venir a ver qué pasa y vos vas a poder decirle que está todo bien, que solo soy muy macho para comer de a uno o dos manices y que cuando escupa voy a quedar como nuevo- y se mandaba más, guarangamente. Robertino sonreía con esa expresión de "no cambiás más" que tentaba a Jimarson a seguir siendo el de siempre.




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Take Five, de Dave Brubeck.

:- No sé quién es el del saxo.

:- El de la batería se llama Carlos, lo conocí hace mucho en un bar de viejos.

:- ¿Carlos qué?

:- No me acuerdo.

:- ¿Y el del saxo?

:- No sé, solo sé el nombre del de la batería, escuchemos, mejor.

Take Five, hermoso. Los pies al compás. Quinta cerveza y una lágrima en la mesa. Maníes.

:- No te vas a ir de acá sin hablar con la mina esta eh.

:- ¿Qué me decís "eh" boludo?.

El solo de Carlos. Jimarson había decidido apenas terminado el tema partir hacia el baño para dejar expuesto a su amigo, obligándolo a pedir la cuenta, forzándolo a entablar un diálogo formal. Robertino estaba agazapado, espectante, sintiéndola en la barra, mirando a su colega que lo miraba de reojo y descifrando que tramaba este, desde su borrachera indómita. Acordes finales, el vaso de cerveza que descarga su contenido en una garganta que lo recibe gustosa. La lágrima hace lo suyo y también se va, dulce. Ni maní, ni tostado. Aplausos. Vuelven las luces pero no tan fuertes como al principio.

:- Voy al baño, tomá-plata-, pagá.

:- Sos un boludo importante vos...

:- Y vos un pajero, dejame de joder- y se fue, lo abandonó, lo dejó desprotegido en medio de la sabana.



Luego de sus instantes dubitativos, esos que tanto conocía en él, giró su cabeza para encontrarla mirándolo y ella se acercó sin necesidad de que la llame.

:- ¿Me vas a pedir la cuenta?- a un Robertino otra vez helado, pero ella sonreía impúdicamente.

:- Si- qué tarado.

:- ¿Nada más?- pie, otro pie.

:- No, estamos bien- qué flor de tarado. Y lo miraba de pie, a su lado, sonriendo por demás divertida porque él le había gustado así, desde que llegó con ese aire de me está pasando una boludez importante.

:- Yo si te quiero pedir algo- helado, seguía helado.

:- Lo que quieras- vamos carajo, al fin una.

:- ¿Cómo te llamás?.

:- Robertino- ¿Eso nomás?.

:- Son 27,50 Robertino.

:- Ok- y le dió 30, sin retorno.

:- Esperame que te tengo que dar el recibo.



:- ¿Y boludo?

:- Le pagué, me preguntó el nombre y me dijo que espere que me tiene que dar el recibo.

:- Ok, yo me voy a la mierda, vos te quedás acá.

:- ¿Qué?

:- Lo que escuchaste hermano, no seas estúpido, quedate- y lo abrazó, le palmeó la espalda, estaba muy borracho-. Te quiero, pero cuando te ponés boludo me dan ganas de pegarte.




viernes, 19 de febrero de 2010

Otro 504 II

:- ¿Qué hacés che?.

:- Acá (bostezo)... con una modorra que no imaginás.
:- ¿Por?- tomando el bolso de su colega del suelo, colgándose su cámara, encendiendo un cigarro, todo eso, en ese orden.
:- Lo mismo que te pasa a vos cuando... la flor de la edad tardía, ya no soy tan semental como antes- y la sonrisa de Robertino asomaba tímida, escondida atrás de un encendedor a bencina y Jimarson levantaba las cejas, revoleaba los ojos.
:- Es el galpón a mitad de cuadra, sin el auto no sos el mismo, eso suma.
:- ¿Suma qué?.
:- A tu estado, porque estás cansado, ¿no?- arrancó a caminar despacio, pitando lento.
:- Ah...
:- ¿"Ah..." qué?- mirándolo de soslayo, largando un poco de humo, preguntándose internamente acerca del amigo al que nunca le pasaban estas cosas, porque no era una persona de andar así, falto de energías, y mucho menos de soltar esos "ah" que dejan un mundo tácito.
:- El taxista, Carlos creo, la gente aparece siempre por algo viste, y dicen cosas...- no dijo más porque ambos entendían.

:- Será el timbre ese, ¿no?.
:- Será.

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:- ¿Esto es trabajar?- ya fuera, con la grilla, los contactos, las fotos...
:- Si, esto es trabajar- seguía raro, extraño hasta de si mismo. Caminaron en dirección al mar, el peso repartido entre ambos, silencio y cigarrillo.

:- El tachero dijo algo de olvidarse de uno mismo me parece- largó, de repente-, ¿entendés?.
:- ¿Y vos te olvidaste?.
:- Creo que si, por algo me está molestando eso que dijo- y lo molestaba como una aguja clavada ahí, en la boca del estómago. Andaban a pie por un barrio barrio densamente arbolado. Sin emitir sonido, sin fijar la vista en nada, uno pensaba que por ahí no se veían muchos chicos, ni muchos autos, ni mucho nada. El otro, suponiéndose tocado por cierta frase, se iba por sus senderos internos, recorría sin prisa cada recoveco de sus intestinos, se examinaba lenta y pausadamente.
:- ¿Tan así che?- y lo miraba cómplice, sintiéndose bien porque al menos por esta vez no era él el que andaba dubitativo, hermita.
:- Si, el tipo me dejó con un gusto a mierda en la boca hermano... como si se me hubiera escapado algo viste, como cuando recién te despertás de un sueño pero sabés que ya estás más allá del entendimiento, que para comprender tendrías que volver a algo de lo que no tenés ni la más puta idea de lo que fue, es, será, que se yo... no sé ni por qué mierda me puse así- y se detuvo, metió la mano derecha en el bolsillo (derecho) de la campera.
:- ¿Un encendedor?- incrédulo.
:- Si, siempre ando preocupado por si olvidás el tuyo, pero ahora quiero un pucho- y se lo pasó sin cuestionar, se lo dió como quién sabe que alcanza un salvavidas. Era un tiempo extraño el de la escena, ninguno de los dos sabía a dónde se habían acercado pero comprendían bien lo peligroso del terreno. Nadie queda así por algo que no conoce, se ve que estaban ahí en lo que una vez fue conocido.
:- ¿Dónde nos metimos?.
:- No sé che, mirá que la escuchaba a la vieja, pero ahora me picó.
:- ¿Qué?
:- Eso del olvido será, ¿no?.
:- ...
:- Muchas veces avancé desde la observación de mi persona, de mi actualidad. No me siento cómodo con lo que soy, pero si seguro, ¿entendés?. Asumo que a vos te pasa lo mismo. Van muchos años ya... muchos años, mucho tiempo de andar riéndome con el resto, enajenándome para poder continuar el circo... por suerte te tengo a vos, que serás lo que serás pero acá estás, pasándome un poco de cáncer enrolado... no me gusta olvidarme para seguir che, creo que se resume a eso... no tengo ni ganas de analizar nada porque sé que más allá de la mierda esta, por fuera de las palabras, entre nosotros hay un entendimiento, una comunión... y explicar desde qué ángulo me jodió lo del olvido es algo que me puede llevar todo el camino de regreso y la verdad es que no tengo ganas- y el cigarrillo quemaba en sus labios dulcemente.
:- Tanto che... mirá que necesitar ponerse así para fumar un pucho sin culpa- dos golpes en el hombro izquierdo de Jimarson, golpes secos pero suaves.
:- No te compadezcas, nunca sentí pena por vos.
:- No es pena eh, solo disfruto un rato del olor del barrio este y te palmeo.

jueves, 18 de febrero de 2010

Otro 504

:- Buen día jefe.
:- Hola, buen día... dele fuerte nomás.
:- ¿Ahí?
:- Mueva la manija... si, ahí.
:- No sea cosa que me pierda por el camino.
:- No, lo intenté con otros pero no funcionó (guiño cómplice por el retrovisor)... ¿a dónde?.
:- Bastida al quinientos, esquina con Gonzaga es.
:- Para allá vamos entonces.

:- ¿Y esa casa de pastas?
:- Creo que es nueva, no le quiero mentir... solo tengo siete meses en el coche ¿vió?, pero me parece que no estaba, es una buena esquina, si la laburan bien... y tiene para el momento.
:- Qué bueno.
:- No sé... yo no puedo andar comiendo mucha pasta, me fermenta ¿sabe?.
:- ¿Cómo que le fermenta?
:- Si, en la panza, me da unos gases, disculpe.
:- Ahh... a mi algunas cosas también, las croquetas, por ejemplo, cuando mi compañera me prepara tengo que andar aguantando y se vuelve un poco molesto... ella sabe que me gustan... lo sabe porque se lo digo, pero lo de los gases no, como le voy a decir a, imagine que le diga "tus croquetas me dan gases amor", las hace con dedicación y la verdad es que son exquisitas, no quiero dejar de comerlas, pero me gustaría que me deje solo una horita, porque se disfruta lo de los gases...
:- Si, claro que se disfruta, pero acá en el auto medio como que tengo que andar con las ventanas abiertas, desodorantes... no se puede.
:- Jajaja, me imagino, debe ser complicado, por eso yo también tengo que esperar a que ella no este...
:- ¿Cómo se llama ella?
:- Florencia, no sé si es mi novia o qué, va y viene como todas, nosotros solo creemos que están, pero que se yo...
:- Si, lo entiendo, estoy acá porque quedé en el perchero.
:- ¿Qué le pasó?
:- No fue por gases, apareció un tipo pintón y de guita, y sabe usted que un reparto de mortadela bocha no tienta a ninguna mujer con ganas de progresar.
:- ¿Repartía mortadela?
:- Si, de la redonda, la bocha. Ella tiene parientes por la zona de campos y nos traíamos para acá una camioneta a la semana... andábamos bien, pero se ve que este tipo anda mejor.
:- ¿Lo dejó?
:- Sin anestesia.

:- ¿Ve ese puestito de ahí? En ese lugar compro la comida casi todos los días, se lo recomiendo.
:- Gracias por el dato, ahora que voy a andar más por la calle me viene bien.
:- ¿Qué hace usted?
:- Trabajo para el diario, pero pavadas, nada importante.
:- ¿Y a qué se dedica dentro del diario?
:- La sección de cultura: muestras, música, murga, cine... eso.
:- Debe andar mucho.
:- Si, pero tengo el auto, ahora quedó en el taller porque lo mandé para que le hagan tren delantero.
:- ¿Qué auto tiene?
:- Uno como este, un 504.
:- Son una roca.
:- Si, además lo tengo flama, no lo dejo caer.

:- ¿Le molesta si fumo?
:- Dele nomás, trabajo con un amigo que anda con un pucho todo el día.

:- ¡Mirá por dónde doblás, puta!
:- Jajajajaja.

:- Es tremendo esto de andar todo el día acá, ¿no?.
:- Y, uno se brota un poco... prefería lo de la mortadela, pero ahora vió, con la separación...
:- ¿No le quedó otra?
:- Y... mire, yo siempre soñé con viajar, con hacer mis cosas, cuando la conocí dejé todo de lado, inventé ese trabajo porque no me gustó jamás tener jefe, en el fondo sigo siendo ese mismo de antes de casarme, pero ahora me veo y me siento viejo... pero bueh, puse el taxi, donde me junte unos mangos y cumpla con los aportes no me ven más la cara.
:- ¿Se va?
:- Y, estar acá es como haberse ido un poco, me fuí de mi vida, ¿no cree?...
:- ...
:- Nunca quise ser esto, así que lo tomo como un volver, cuando otros ven que me voy yo veo que vuelvo...
:- ...

:- Ya casi estamos

:- Ahí en la esquina, sin cruzar, de mano derecha, el tipo ese es mi amigo, el del cigarrillo, está fumando el infeliz.
:- Qué vicio de mierda...
:- El mango es peor.
:- Y...
:- ¿Cuánto es?
:- Ahí le digo... nueve con ochenta.
:- Doce, por la charla.
:- Gracias don, un gusto.
:- Jim, para servirle.
:- Carlos.
:- Nos vemos, termine bien el día.
:- Igual ustedes.

lunes, 15 de febrero de 2010

Nocturna

:- Y era eso nomás, ¿entendiste?
:- No te estaba escuchando.
:- ¿Entonces por qué no avisás? No me gusta hablar al pedo- a Robertino nunca le gustó hablar sin ser escuchado. Al pedo era otra cosa, porque sus razonamientos, sus conclusiones... él y todos los que lo escuchaban sabían que muchas veces hablaba para sí mismo, hablaba por hablar, por esconderse nomás.
:- ¿No ves que estoy con el mate?- José ya no lo escuchaba en esos días, había decidido hace tiempo dejar pasar ciertos temas, no permitir en ninguno de los dos ese ir y venir por la melancolía.

Un sorbo de agua tibia junto a la bombilla, después de haber quitado el polvillo a la yerba. Pasó el agua caliente al termo, empacó las galletitas saladas, las dulces, todo en la mochila. Repasadores, dos, la especialidad de José. Bolsas vacías para la yerba vieja, paquete de medio kilo sin empezar. Estaban listos, ambos.

:- Vamos che- y José se calzó la mochila, Robertino abrió la puerta, cruzaron el umbral y los recibió fuera un cielo nocturno parcialmente nublado, con esas nubes bajas que se ven bien blancas gracias a la luz de la ciudad. Robertino cerró con dos vueltas ambas cerraduras y al instante sintió ganas de fumar, de hacer su escena favorita, de intelectualizar un poco el momento. Parsimonioso tomó su fuego a bencina, luego un rubio y lo encendió con rostro estudiado, rictus firme y cuello sutilmente echado hacia delante. José miraba, ya lo había visto hacer eso infinidad de veces, entendía que lo necesitaba, que le gustaba saber que así parecía algo que no era, eso que siempre quiso ser sin sentir culpa, sin saberse hipócrita.

:- ¿Por dónde?
:- Sigamos derecho- y enfiló hacia donde estaban los árboles de tilo. Cuando ya el sol se fue hace tanto tiempo por la calle no anda nadie, menos en los barrios. El rezongo del mate y los pasos cansinos eran lo único que sonaba más allá del viento. Caminaron largo rato en silencio, pasándose el mate, reparando en algún auto, alguna casa, alguna nube. José estaba inmerso en su tarea, cebador empedernido. De a ratos, en secreto, pispeaba a Robertino, buscándolo bien, de ánimos. El cebador empedernido daba en cada mate una fracción de barrera astral. El otro, el que recibía esa fracción, estaba inmerso en la melancolía que traía aparejada su rol. No podía representarlo sin ella. El primer cigarrillo había sido por los amores longevos, ahora venía el de los breves.
:- Hacete un favor y dejá de pensar pelotudeces- y levantó la vista una milésima de segundo antes de encender el segundo rubio-, no entiendo tu necesidad de andar como un viejo miserable.
:- Vamos a la plaza esa, la de la tierra, que quiero andar descalzo- igual lo encendió, pero sin parsimonia ni nada, solo lo encendió.
Giraron a la derecha, desde ahí faltaban unas cuadras más, ninguno sabía cuántas. La plaza estaba más allá de las calles de tierra, solo tenía unas hamacas y un par de toboganes convalecientes. No era la plaza que a veces se llenaba de hippies vendedores de pulseras, esta era la plaza del barrio, la descuidada, a la que van los chicos a jugar a la pelota con esos arcos hechos con remeras, buzos, palos.
:- ¿Querés bizcochitos?
:- Ah, dale, pasá algunos.
:- ¿Dulces o salados?- le mostró el pucho en su mano derecha, estaba para lo salado, lo dulce no va con el humo.
:- Qué buenos mates che... no sé qué haría sin vos la verdad, mirá que la noche está buena, pero sin estos mates sería lo mismo de siempre...
:- Pocas veces agradecés vos, ¿pasa algo?.
:- No, ahora no, antes, lo de rumiar... viste.
:- Estás pensando en las mismas de siempre.
:- En las mismas no, en otras, me fuí a lo pequeño.
:- ¿Qué es eso?
:- A las que pasaron por ahí y a los amigos breves- y metió la mano en la bolsa de los salados, agarró varios, soltó el humo y se manducó uno. "Amigos breves", y apareció ante sus ojos un 504-. Che, están buenos.

Acomodó el pucho en su boca, la derecha con el mate, la izquierda con los bizcochos.
Acomodó el mate en su boca, junto al pucho. Lo acomodado fue la bombilla, claro, el mate está sostenido por la derecha.

:- Algunos no fueron breves, pero se fueron. Igual feliz eh, estoy feliz, mirá la calle toda para nosotros y allá, ¿la ves?, se ve la plaza José. Decime si no está hermosa, por suerte no le pusieron luces. Tenía un amigo que era de tomar mucho café, nunca te conté de él, me da cosa andar pensándolo. Era un boludo que no te das una idea viejo. A vos te hubiera caído bien, él tenía más vida que yo. Le gustaban las minas creo que más que a mí, no se hacía problemas, era de otra especie. A él le agradecí muchas veces, como a vos los mates. Es una linda noche che, nos hubiera gustado- y devolvió el mate con la derecha y el cigarro se sonrojó de repente, se encendió veloz y sus ojos se volvieron cristal-... ¿Sabés hace cuánto?, pasó mucho tiempo desde la última vez que me permití esto, ser feliz pese a las pérdidas. Siempre rumiando, siempre eso que vos sabés, y estás ahí cebándome mates, despertándome con amargos o dulces, con bizcochitos, con tus repasadores... soy medio desgraciado, lo sé- y fumaba y hablaba, vomitaba palabras casi-... desgraciado, já, pero viejo, qué pelotudazo. Caminar, mates, bizcochos y un amigo.
:- Te olvidás de los cigarros.
:- Bueno viejo, pero es una parte de mí.
:- Si, como todo- José tenía una extraña forma de resumir a Robertino que hacía los deleites de este. "Como todo", pensó. "Todo", repitió.
:- ¿Vos sos o te hacés?
:- Yo solo cebo mates.

sábado, 16 de enero de 2010

Zanahorias. (III)

:- Tenemos que dejar la adolescencia, ¿no te parece?.
:- ¿Eh?
:- Claro, la adolescencia, lo de buscar diferencias y similitudes... eso.
:- ¿A qué viene todo esto?
:- Mariana y sus colegas, lo que me contaste, la cena.
:- Ah.

Estaban en una plaza, sentados en un banco de plaza. No era grande el sitio verde, los juegos en la arena se podían contar con los dedos de una mano y la vieja calesita derruida y abandonada seguramente no soportase más de trescientos kilos de niños. El banco no tenía respaldo, era de esos que son una piedra rectangular grande apoyada sobre dos más pequeñas, cuadradas. Jimarson usaba sus brazos, tensos, para sostenerse, y Robertino se arqueaba sobre si mismo, adormecido. Era un día de verano con viento sur, nubes y clima tolerable. Luego de presentar la documentación pertinente para convertirse en empleados temporales del diario local decidieron descansar ahí, en ese banco, y pulir algunos temas, temas que siempre pulían, hasta no saber si quedaban asperezas o ya no quedaba nada. El sueño los vencía por momentos, aparecía de golpe con una brisa y tardaba en irse, lo ahuyentaba alguna pregunta, un perro, una mujer.

:- Si, tendría...- bostezo.
:- Ajá, no podés seguir escudándote en eso. No por defender a Mariana, sino por vos. Si ella no resulta bien, pero entendé que no somos tan particulares tampoco... que tenemos nuestra gente, que en esa "no pertenencia" que ves vos hay una pertenencia a algo, por eso esta amistad, ¿no?.
:- Creo que entiendo, pero tengo un sueño che...- bostezo-, creo que...-bostezo-, la puta madre.
:- Eso te pasa por hacerte el ácido en una cena boluda.
:- Tampoco voy a dármelas de eso eh, solo fuí y me cansé.
:- No seas bolú, vos primero... bah, está bien así como sos, pero dejá de aislarte, nada más. Y no seas tan cerrado, algunas personas de esos grupos podrían caerte bien.

sábado, 2 de enero de 2010

Zanahorias. (II)

:- ¿Y le soltaste todo eso?
:- Soy bien gonca, sino era por el alcohol...- y lo sabía bien, porque estalló en esa cena de fin de año junto a los compañeroscolegasamigos de Mariana y cubrió su malhumor con copas. Para todos fue gracioso, casi el alma de la fiesta. El sarcasmo y la poca autocrítica. Ninguno de ellos se hacía cargo realmente de los enunciados hirientes de Robertino, disfrutaban de su elocuencia, de sus definiciones. Por momentos creyó que se iba a ahogar en esa mesa para veiticuatro cubiertos con mantel blanco y copa de vino. El lugar era tan alegre, todo haciendo juego menos él que pensaba en lo amargo del azúcar. Ni Mariana, pese al tiempo que habían compartido, percibía el sordo reclamo. Era una relación directamente proporcional entre la sinceridad y las copas que luego fueron vasos de trago largo. Estaba en el vodka cuando un segundo de cordura asomó ante sus ojos y se vió estúpido, disparando con salvas de fantasía a unos espejismos de palabras cargadas y modos estudiados. Se cargó de impotencia y dedicó el tiempo a mirarlos, a chusmear con ojos ajenos ese mundo que no compartía. Él no pertenecía, se lo remarcaban todo el tiempo, no tenía los conocimientos para sentarse en esa mesa, pero el compañero de Mariana no podía faltar... tantas veces les había dado cobijo en su casa.
Entre "¿y pensás hacer algo con la fotografía?" y los viejos de la mesa contigua se quedaba con los vejetes. Escuchaba sus charlas, el programa de la tarde y el clima siempre adverso eran los temas favoritos. Se animó a meterse en alguien de esa edad e imaginar los problemas físicos, el dolor causado por la humedad... y una mano en la suya, y un "vamos" que no se sabía si era un reto o un mimo, y salió.
:- ¿Pero llegaste y le largaste eso? ¿Cómo fue?
:- Me pegué una duchita y ella me estaba esperando... no sé si me dijo de hablar, la verdad que no sé, solo tenía náuseas.
:- Vomitos metafísicos.
:- No seas pelotudo- y caminaron en silencio un rato, contemplándose.

Pasaron varias cuadras, esquinas con autos que cruzaban presurosos, bicicletas, ancianos, un ciego, muchos perros.
:- ¿Y por qué salimos a caminar?
:- Porque vos necesitabas presentar el carnet de fotógrafo en el diario, por el laburo.
:- ¿Falta mucho?

Zanahorias.

:- Quizás un día de estos llegue a tener un título de esos rimbombantes, y sienta que puedo hablar con cierta libertad de cosas tan importantes como la sociedad, la cultura y demás cuestiones que son exclusivas de los universitarios. Por ahí, si estudio letras, adquiera esa pedantería que poseen esos que se creen particulares por poseer el panfleto que los proclama como algo, como Profesores de Letras. Verlos tomar a Borges con una mano y voltear sus páginas con la otra... ese desdén tan de ellos... y eso que a mi nunca me gustó Borges eh, pero viste, le chupan el culo o lo defenestran con esas palabras que aprendieron de él, son unos caraduras. Cuando por fin me reciba de artista voy a poder hacer esas cosas, mirar un Mondrian, escuchar a Miles Davis, llorar con... no me sale el nombre de ningún director de cine ahora, disculpá. Me parece que todo esto es un camino que se bifurca: o aspiro a eso, a esa rimbombancia, o me acepto como soy y me dejo de joder. Esto de pensar mirando una mancha de humedad no puede seguir, me molesta tener que despegar de mí cada vez que pretendo verme, es incómodo y poco práctico. Pienso, pienso, pienso. Existir no existo nunca. Siempre corriendo detrás de la zanahoria. Vos ya tenés tu zanahoria, estás tranquila, dos materias y encima con el promedio y demás... recomendaciones, claro, no me debo olvidar de las recomendaciones. También tengo una zanahoria eh, técnico en fotografía, recomendaciones no tantas, para la gran mayoría soy vago... no me voy a poner a remarcar mi marcado odio hacia el mundo artístico porque lo conocemos ambos y muchas veces me dijiste que... y no, y no me voy a llevar con esos boluditos de gafas raras, que usan palabras excéntricas todo el tiempo y que... bah, ya sabés. Es otro mundo, son ellos. Mi zanahoria es para los míos, que pueden ser camareros, camioneros, pasteleros... muchos eros viste, profesiones y demás, gente cualquiera. Por eso quizás no nos llevamos, a vos te gusta moverme en un mundo que a mis ojos fue usurpado por representaciones. Será por eso que nosotros no podemos sentirnos uno, también me tomo la libertad de adjudicarle a el fenómeno de la invasión la imposibilidad de fusionar nuestros mundos. Mis amigos... bueh, no somos artistas nosotros... mejor me quedo callado y sigo el diálogo con la mancha de humedad, voy a ver si la convenzo de que me de una mano con el bolso mañana- y se levantó por su vaso de agua.
:- Cuando estás borracho sos muy cobarde.