martes, 24 de marzo de 2009

:- ¿Cuántas horas trabajás por día?
:- Pocas.
Porque siempre la agarraba durmiendo, era inevitable. No era dificil tampoco, nunca pudo levantarse antes de las dos de la tarde. Rober llegaba y se metía en la cama, quitándole la almohada con cuidado. Ella lo abrazaba y le besaba el hombro y se quedaban así un rato, media hora. Después se levantaba a llevarle la comida, "María abrí los ojos".
:- Bueno...-puchero- ¿vos también comés?.
:- Si dale, pico algo.
Se sentó despacio, contra las almohadas, y abrió los ojos. El tele, canal local, el noticiero del mediodía. Ades helado y el noticiero. Él ya estaba contra ella escuchando atento las últimas novedades, mano derecha en control, mano izquierda en las Criollitas. Dedo gordo en botón rojo, silencio.
:- Nada nuevo.
Prendió el equipo, radio reggae.
:- ¿Estás bien vos?
:- Si pavo- con un beso en la cabeza rubia.

Desde que se pelearon la primera vez él se impuso una regla de confianza. Le costaba no repreguntar, pero sabía que a veces no iba a conseguir una respuesta diferente.

lunes, 23 de marzo de 2009

Vereda de vainillas.

No sé a que hora vuelve. Tengo que ir temprano.
Salió rápido, sin saber a donde ir. Afuera esperaba la vereda de vainillas y un sol de diez de la mañana.
:- Señora, disculpe ¿donde hay un almacén?- a la vecina que cuidaba a un nenito muy rubio y muy chiquito, en un triciclo. Debía ser la abuela.
:- Seguí hasta aquella, que es San Martín, y doblá para allá, es ahí nomás- a la vecina nueva, que no había visto aún pero que si había escuchado por las noches.
:- Muchas gracias.
:- De nada- es educadita, debe ser la novia.

Caminó pensando en algo rico para comer. Los autos eran escasos y lentos en ese séctor de la urbe. Árboles de tilo, chicos y perros. Está un poco fresco pero igual andá con un top y el sol le da en los hombros. Lleva el carrito de los mandados, el que él heredó de su abuela. Completan una pollera de jean y alpargatas con dibujitos, blancas con bichitos de la suerte. A veces dejaba lo rudo de lado, solo llevaba su brazo.

La despensa era chiquita, con una heladera exhibidora y un par de estantes en las paredes. Entraban unas 5 personas, a lo sumo. Estaba sola, nadie más que ella se enfrentaban a los míopes ojos de la señora de la despensa. El lugar era sucio, la variedad de productos escasa.
:- Hola, buen día.
:- Buen día señorita, ¿qué va a llevar?- cara inmutable, la misma para todos menos para las señoras del barrio.
:- Cien gramos de jamón cocido, un paquete de fideos y una cabeza de ajo.
Esperó pacientemente a que termine de cortar el fiambre y haga la cuenta en un papelito. Nueve pesos con cincuenta, el vuelto un chocolate. Volvió con el sol en la cara y también algo de su pelo. La vecina la miró con aprobación cuando comprobó el contenido de la bolsa y no dudó en sonreir cuando María se agachó a saludar al nene. Entró rápido, se despidió con una sonrisa de ambos vecinos, le gustó esa primera incursión por el barrio.
:- No me fijé si eran adoquines.
Guardó las cosas y dejó una notita en la mesa: "si lees esto es porque estoy dormida, despertame así comemos, no prepares nada". Primero el baño, ahora que él estaba más limpio se podía ir tranquila, y hasta tenía revistas. Después una ducha rápida y a la cama, a abrazarle su almohada y dormir hasta que llegue, no sabía a que hora.

Cuando despertó estaba la mesita y los fideos, y el ajo y el jamón, más crema de leche y ades, y cerveza.

domingo, 22 de marzo de 2009

Cucharita

:- ¿Qué se te dió por revestir las paredes?

:- Me gustan así- se abrazaba a la almohada y quedaba en posición fetal, siempre. Dormir en esta postura le traía unos dolores de espalda a veces insoportables. La cama estaba cómoda, el olor a ella y las sábanas limpias le daban suavidad. Se quedaba dormido, era inevitable. Colaborando con esto María apagó la luz y dejó el velador que estaba de su lado de la cama, con el foco de 25. Amarillo, todo. Las cortinas y las sábanas, y ellos. Del costado de Rober, en el piso, estaba la jarra con agua.

:- ¿Me pasás el agua?- silencio- ¿el agua?.

Vió como se abrazaba más fuerte a la almohada.

:- Vos querés dormir.

:- No.

:- Entonces dame el agua.

:- Primero abrazame un poco.

Se quedaron así, cucharita. La tele estaba apagada, solo el minicomponente con Black Magic Woman y el velador. Le estaba rascando atrás de la oreja, no iba a aguantar mucho tiempo despierto. Se pego más a el y lo abrazó fuerte. La tomó del brazo con que ella lo abrazaba y cerró los ojos.

:- Dormí.

:- ¿No querés agua?

:- Cht, dormí.

Darle besos en el hombro ayudaba, era más fácil que un chico. La besó un poco en los brazos hasta que sintió que no le quedaban fuerzas ni para eso y se durmió. Estaba lindo él, con la barba prolija y un trabajo. No es que el trabajo importase, pero se notaba cuando comía mejor. El departamento lo mantenía bien, le ponía ganas como si se tratase de su casa.

:- Te Quiero bobo, aunque siempre me salgas con lo mismo.

No funcionaba lo de ellos, nunca podía funcionar. No saben por qué, pero no llegaban a quererse lo suficiente, o faltaba algo más. Así desde los 19 años de él y los 16 de ella.

:- Necesito estar con vos.

Vivieron tres años juntos, se mudaron dos meses después de que Rober cumpla 24. Habían pasado seis años ya desde la fallida experiencia pero ninguno había hecho nada con su vida, estaban moderadamente bien, ambos. María tenía un novio, un tipo importante de una productora de un barrio bien de la ciudad más bien de este país. Era un novio y ya, la hacía feliz como todos los novios hacen felices a las novias felices. Trabajaba con él, en la productora. Rober tuvo un par de errores, solo eso.

A la mañana el desayuno con la mesita. Café con leche y cuatro tostados. También el vaso de exprimido de naranja. Estaba a una hora de salir para el trabajo cuando la despertó. Un beso.

:- Hola- lo miraba con cara de culpa.

:- No hagas cara de nada, hoy te dejo las llaves. ¿Estás bien?

:- Si- dormida.

:- Bueno, dejame ponerte las almohadas atrás de la cabeza... a ver...

:- Gracias- brazos en jarra atrás del cuello, beso.

Se puso cómoda en el sillón de almohadas y él se recostó en su hombro, con la cámara colgándole del cuello. Control remoto, Cinecanal. Belleza Americana a las 8 de la mañana. Cerró los ojos.

:- ¿Te vas a quedar dormido?

:- No, estoy cómodo.

:- Para estar así no te levantés una hora antes a prepararme el desayuno.

:- A vos te gusta.

:- Si.

:- ¿Entonces?

:- Es que me da culpa, ja- sonríe.

:- Naba- con un beso en el cachete.

:- Gracias.

:- ¿Por?- dormido.

:- Por el desayuno, pavo.

sábado, 21 de marzo de 2009

Get back

:- ¿Para qué me traes acá?

:- Porque me gusta.

:- No me vengas con boludeces, no es eso hoy.

El puestito paraguayo. Siempre a las dos o tres de la madrugada, pidiendo licuado para él cerveza para ella. Era ruda, jamás hubiese tomado licuado. Se sentaban cerca del tele, miraban un rato mientras esperaban la hamburguesa cortada a la mitad. La segunda venía después, pero una para cada uno de entrada era mucho, se enfriaban.

:- ¿Qué le ponés?

:- Como vos tarado, mostaza.

Gitanes, eso fumaba. Tuvieron que ir afuera porque se le antojó fumar entre bocado y bocado. No le gustaba mucho que ella lo haga pero ya no eran nada. Los taxis frenaban junto al cordón, las charlas eran como las de antes aunque solo ellos estaban callados, mirándose como tontos. En frente esa universidad privada con tantas luces.

:- Sigue todo igual.

:- Si, menos tu tatuaje.

:- ¿Qué tiene?

:- Le falta color.

:- Como a vos.

Robertino abusaba del azul. Jean y sueter con zapatillas a tono. Por ahí el jean estaba un tanto gastado y parecía celeste, pero igual era demasiado. Durante un rato mantuvieron el rito de beber mirándose, diciéndose que se tenían ganas y lamentaban saber de antemano que no iba a funcionar. Para cuando terminaron todo ese diálogo idiota María había empezado la segunda cerveza y Robertino estaba rolando un porro.

:- ¿Caminamos?

:- No, vamos a tu casa, quiero dormir.

:- Pero hoy no llueve.

:- ¿Y qué me importa?

-------------------------------------------------------------------------------------------------

De noche ni un colectivo, nada. Solo el tránsito acostumbrado sobre la autopista y nada más. La calle se dibujaba ondulada hacia el horizonte, flanqueada por esas fachadas de hoteluchos de mala muerte. Así era el barrio, puro asfalto y olor a viejo. Las veredas de vainillas invadidas por hojas que caen durante las cuatro estaciones y algún borracho durmiendo en un recoveco, todo eso era su barrio. Y más lo era esa noche de mierda.

:- ¿Y que se te dió por lo de los paraguayos?

:- Porque me gustaba ir con vos.

Caminar lento, lo bastante cerca como para buscar la otra mano. Dejar colgando el brazo, que se mueva al compás de los pies. Los dedos son los primeros que se rozan. Después uno de los dos decidirá con prisa un movimiento brusco que pronto pasará al olvido.

:- Cuando fuíste la última vez a casa quedamos en que ya no iba a pasar nada.

:- Siempre decís lo mismo.

Ya estaba un poco cansada de las mismas viejas preguntas, de los mismos enfermizos recursos para intentar conseguir respuestas satisfactorias a sus oídos que nunca escucharon.

:- Si siempre digo lo mismo, si siempre soy tan facil, hoy duermo abajo.

:- No seas pavo- y se cuelga del brazo.

:- ¿Pavo?- y le besa la frente.

:- Si, porque sabés que vamos a terminar durmiendo en la de arriba- y se acurruca contra él mientras camina.

:- Pero la cucheta está rota.

Entraron a la casa y repitieron el mismo ritual que él repetía con todas. La dejó descansar mientras preparaba cada una de las pavadas que siempre le sirvió. Ya sabía que aguardaba en la cama, con el control remoto en la derecha y cara de nena caprichosa. Estaba grande para eso, aunque hoy a él le tocaba cuidarla.

:- ¿Qué te pasa que andás así?

:- ¿Así como?

Le pasó el té y unas tostadas, sin nada.

martes, 10 de marzo de 2009

Mariana II

:- Cuando pueda, voy a bajar la Luna con una cuerda, para vos.

:- No me digas esas cosas Robertino, no estamos para andar boludeando.

Fijó nuevamente su vista en el apunte y siguió leyendo. Ella ahí, perfectamente concentrada en ese montón de letritas fotocopiadas una y mil veces, esas letras que si apurás un poco la vista parecen ser todas la misma. Ella estaba ahí, en esa silla de cuerina mal cosida. Estaba ahí, tomando esos mates amargos que él le alcanzaba con timidez, con veneración. Hasta con esos bizcochitos salados la adoraba. Por más que estuviesen un poco húmedos.

Él estaba en ella, y en él. Pendiente de la temperatura del agua, de las masitas saladas que nunca comía y de que no refresque mucho porque se estaba haciéndo de noche y no quería que ella quiera volver a su casa al darse cuenta de eso. Por eso estiró esa reunión de estudios. Aunque él ya sabía todo, porque era una persona aplicada. Ahora era más aún, porque no quería que ella lo encuentre en falta.

Después venía el "vos tenés un 8, y yo un 6", "tuviste mala suerte, tu tema era más jodido", "no, vos sos más inteligente, no hagas grupo conmigo, te retraso", "no digas pavadas, Mariana". La misma discusión, calcada. Ella que jugaba, y él que disfrutaba de ella.

rober, josé y pedro

las sillas del mismo color que la mesa, la tablita para la fuente, los tres platos durax con sus respectivos vasos y los cubiertos tramontina. las servilletas de tela eran todas diferentes, porque durante la semana se usaban algunas, otras no. cuando llegaba el domingo las limpias eran unas, las sucias otras. tampoco es que ellos vistiesen todos de una misma manera, lo de las servilletas no desentonaba.

la comida era siempre un rejunte de sobras, pero muy bien disimulado. ropa vieja, por ejemplo. comian en silencio, mirando la final del tc. después empezaba el fútbol y hablaban, casi siempre puteaban a niembro sabiendo que era la excusa perfecta para romper el hielo.

Informe de la Espía

Esa pesadez que nos da el control remoto, ese pegarnos al sillón durante horas sin pensar lo que hacemos, el tiempo que desperdiciamos. Llega un momento en que nos sentimos sucios (algunos) y nos levantamos. La cosa es sentirse sucio solo a veces, porque sino seriamos demasiado moralistas.

Alguien de mi ciudad me dijo: "me estoy por comer a una amiga de mi ex". Me parece perfecto. La moral, la ética... puras mentiras, así como nos imponen eso por otro lado nos enseñan a no disponer de eso.

Por eso es como es el Tío Rober, porque el entiende varias de estas cuestiones. No es una persona que tiene la pesadez que nosotros ostentamos orgullosos, como buenos niños bien, como hijos pródigos de la pseudo burguesía argentina, esa clase media venida a menos que conoce infinidad de palabras y es capaz de hablar en difícil, al punto de parecer intelectual (pese a esto resulta tan idiota y cerrada como cualquier otra).

El Tío Rober sabe mucho. Vive con un ex policía que quiso matarlo y con un amigo cornudo (fue cornudo en sus manos, paradójico, mas en este momento). Es cuestión de medirlo con una vara diferente, no verlo desde nuestra perspectiva que siempre resulta bastante castradora. Es una persona de mundo, un collage de culturas y sobras de comida.

También ahí tenemos otro problema, la comida. Como una persona es capaz de comer lo que él come? Será por ese demonio interno que él tan amablemente llama "gula"? Repetir comida y para colmo en cantidades dinosauricas nos lleva al borde del vomito, pero a él no. Quizá sea por su falta de prejuicio con la comida, no? Nosotros ya miramos mal al tercer día, si se trata del mismo plato. El lo disfruta como el primero.

Son tantas las cosas que podríamos aprender, tanto lo que nos puede abrir la cabeza. Es un tipo realmente simple, sin nada que ocultar. Disfruta de las boludeces que nosotros dejamos pasar. Puede comer un pancho con el mismo amor que un ricachon degusta unos huevos de pescado (o caviar, como ellos le dicen). El agua de la canilla es buena para cualquier comida, eso me dijo un día y es lo único que aprendí hasta ahora. Cualquier plato va con esa bebida, que queda bien, bien fresca.

Así es él, así lo tenemos que ver.

Easier

Temprano, tan temprano que no se escuchaba pasar a ningún auto, colectivo... ni bicicletas. Además la temperatura esa que se siente cuando uno aún quiere seguir durmiendo. Pero ella dormía a su lado y siempre era un placer prepararle el desayuno y esperar a que despierte.

La misma rutina. Levantar un poquito las mantas, salir de costado hasta encontrar las alpargatas. Después agarrar del piso las medias, el pantalón, la remera... En el baño cepillarse los dientes, lavarse la cara. Después hacer pichí. Sin ruido cerrar la puerta del baño al salir. Cortar el pan en rodajas parejitas, para que las tostadas salgan lo mejor posible. Calentar la leche para el chocolate caliente. Siempre lo mismo. Siempre con tantas ganas para verla sonreír.

Ya con todo preparado se pegaba la vuelta. Prender una vela aromática. Poner el desayuno en la cama, un vinilo de Floyd.

Así arrancaban bastantes días de su vida, felices.