¿Cómo?
Si,
en la mano. Y no tengo que cerrarla eh. La puedo tener entreabierta, con los
dedos luciendo sus articulaciones espantosas, regordetas de tanto sonarlos. Ahí
viven, ahí están todas esas cosas que después salen, y también están todas esas
cosas que alguna vez entraron. Estás vos también. Estás vos, tu visión sobre
mí, la que tengo sobre vos, la que tengo sobre los otros y la creo que los
otros tienen entre ellos, sobre ellos mismos y también de los demás. Y no es
que me importe tanto, es que sé que está todo eso, por eso lo pongo ahí. Lo
pongo ahí y con eso escribo, con eso pienso y siento.
¿Pero
no te parece que tendrías que dejar de tener todo eso en la mano? Quizás ya no
lo necesites para esas cosas.
No
sé si es por necesidad. Por necesidad hago otras cosas. Eso lo llevo por gusto.
No entendés. Es raro. No sé cómo explicarlo Mariana. Lo llevo ahí. Está. Lo
llevo ahí cuando estoy en el colectivo, lo voy cuidando. Está en mi mano y por
ahí entra algo nuevo. Entra una señora que llama a su hermana para preguntarle
si le compró el autito que El Ricardito quería para su cumpleaños. Entra eso,
entra la cadencia de la chica linda que sube en la parada del supermercado. A
las cuatro cuadras puede entrar otra cosa, un nene mirándome desde la ventana
de un auto en un semáforo, una madre que cruza rápido con sus dos hijos en
regios guardapolvos blancos, mientras el más pequeño arrastra una mochila de
carrito. ¿Cómo querés que deje de ver todo eso? ¿Cómo me pedís que deje de
llevar todo eso en la mano? Es la forma de mirar che. Por ahí te moleste, por
ahí te sientas intimidada cuando sentís que entrás ahí con tus amigos que
tienen galerías, que tienen autos y demás, pero no hay maldad en mi mano, podés
meterte porque ahí adentro estoy yo también, porque soy lo que vos ves, lo que
yo veo, lo que el espejo muestra. Todo eso cabe en mi mano, quizás más, a veces
sé que menos. Y no lo puedo ni quiero evitar, aunque por momentos preste más
atención a mi mano que a lo que está fuera. Obvio que no es sano, entiendo que
con tus ojos me decís qué horror, qué locura... pero, Mariana,
no hay tal cosa. Me encantás, así, me encantás vos, me encantan todos. La vida
tiene algo hermoso, algo que requiere mucho tiempo para ser visto. Y eso
hermoso está en todos lados. Ese es el problema. Sólo quiero ver. Te veo a vos y pensás que te juzgo por como hablo, pero no es
algo malo. Digo lo que me parece, pero no por eso te dejo de querer. Simplemente
escuchás lo que entra en mi mano. Te quiero así, con tus amigos de galería, con
tu necesidad de pretender la otra mano. Te quiero y punto. Me gustaría que me
quieras, que me dejes mirarte y que mires conmigo. Que te subas a un colectivo
para acompañarme. Que me sigas a un café para sonreír con todas las cosas que
sonrío. Quiero que me ayudes con mis amigos viejos, que le saquemos juntos una
sonrisa a alguien. Y si, es eso. Son las cosas que yo me llevo a la mano.
¿Vos
te pensás que yo no veo eso?
No
sé Mariana, no sé si lo ves. No voy a decirte nada, no voy a señalarte nada que
pueda ser vuelto en mi contra. Sé cómo funcionás en estos momentos. Sé que ante
el menor... si, eso. Es fácil atacar. Te digo que te quiero che, a mí me
importa un carajo que quieras o que creas que yo quiero. Te quiero. No es tan
difícil. No vamos a tener un amor normal, de esos de revista. No sé por cuánto
lo vamos a tener tampoco. Y no porque yo vea lo que veo eh. A mí me importa
bien poco. Si, me importa poco. Me encantás así, pero te sentís mal con algo.
No creas que porque te veo así te cuestiono. Quiero que no me cuestiones, nada
más. Nos podemos ver como se nos de la gana siempre y cuando. Si, claro. Es
fácil. Si. Pero no, no quiero un beso ahora. No. No estoy enojado Mariana.
Quiero que. Dejame terminar. No estoy enojado. Quiero que intentes entenderme,
que no te sientas mal con la mano. No son prejuicios ni nada malo. Son cosas
que creo che, cosas que van ahí, las que veo, ya te lo expliqué. Están en la
mano. Es eso, están en la mano. No pesa, no te preocupes. Están en la mano
porque me gusta que esten ahí, soy así. Camino y veo. No sé para qué.
¿Entonces
esto termina en...?
En nada Mariana. Esto no tiene que
terminar en nada. En que me gustaría ser feliz con alguien, en mi mano o fuera
de ella. No lo sé. Pero con respecto a esto te puedo decir con total seguridad
que no va a terminar en nada.
:- Después
de eso creo que vino la primera discusión seria. Pero no vino rápido eh. Nos
quedamos los dos con un ruido viste- y ella lo escuchaba desde el sillón lleno
de migas de Criollitas con paté.
:- Pero
si siempre tenías ruido con ella.
:- El
ruido esperable che, no seas así. El ruido necesario, digamos- manso le
alcanzaba un mate, uno de esos amargos de mentira, los de estevasinazúcarporqueavos.
:- ¿Cómo
es un ruido esperable para vos?
:- ¿Con
Mariana?- María se iba por la ventana. El mate la seguía.
:- Espero
que no sea conmigo. No me vengas a joder con esas cosas.
:- Con
vos no hay ruidos esperables, si dejás correr el agua cuando vas al baño- manso
le alcanzaba un beso en la frente.
:- No
me digas esas cosas, contame, dale.