domingo, 21 de noviembre de 2010
Coral (vida y obra de una mascota feliz)
una chica de lentes*
Juana
I love barrio
miércoles, 3 de noviembre de 2010
XXXVII
sábado, 30 de octubre de 2010
XXXII
viernes, 29 de octubre de 2010
Mandados
A fin de cuentas a él le gustaban esas dos horas que se tomaba para hacer los mandados. Tomaba la bolsa de la cocina, revisaba su interior. Cuando ésta estaba vacía encaraba presuroso hacia lo de Don Eduardo. Era la casa más linda del lugar, con su techo a dos aguas de tejas verdes y sus paredes blancas de pintura a la cal. No tardaba mucho en llegar, tan solo debía recorrer unos veinte metros hacia el este. Abría la cerca sin hacer ruido, la cerraba, seguía el sendero grisverde de piedra y pasto y ahí estaba la mecedora con Don Eduardo durmiéndole encima. Le daba charla a veces, muy a veces, sabía que el otrora médico del caserío disfrutaba del silencio ganado después de años de trabajo. Solo tenía que buscar en el suelo, junto al atado de cigarros, un boyito de papel con algunas monedas: la lista y el dinero. Estaba listo, luego la cerca, cerrar y de nuevo a andar.
Viriato lo esperaba con limonada, piernas flacas y un perro siempre adormecido. Sin nada que permita divisar el inicio o el final del terreno de su propiedad había instalado una precaria casa de madera junto a un árbol. Le daba sombra y también lo ayudaba a disimular las goteras del rancho. Entablaba en su segunda parada un diálogo breve, lleno de cariño, respeto y agradecimiento (ustedes deciden de quién a quién, o qué corresponde a cada uno). Arroz y harina. Monedas, limonada fresca, rascar un poco al durmiente Fabio y partir, no sin antes regalarle a Viriato algunas palabras de elogio por su tan bien lograda limonada.
Luego de la casa escondida bajo el verde le tocaba ver a Joana. Era una mujer más grande que su madre pero más joven que María Aparecida. Se la notaba firme, turgente. Podía hacer sus compras sin esfuerzo pero Edmilson disfrutaba de su compañía, y a veces luego de entregarle la compra podía quedarse a comer algunas de sus ricas galletas de chocolate. La casa era pequeña, discreta, en muy buen estado, con un parque de césped prolijo y flores coloridas. Subía los peldaños que separaban la puerta de la tierra colorada, golpeaba leve y esperaba. Joana le regalaba una sonrisa, le invitaba algo y le daba las instrucciones. Él estaba tonto o enamorado, nunca nadie lo supo.
Ni antes ni después de estas tres visitas estaba él listo para verla. Iba sonriente, le gustaba ver a Eduardo dormir, tomar la limonada de Viriato y sentir el aroma de Joana. Sus pies se adelantaban tranquilos por el amplio camino que lo llevaría hasta el perobá rosa que le recordaba que debía virar a la izquierda. Claro que la bolsa no le pesaba, ni llena le pesaba, porque gracias a ella reapareció María Aparecida en su vida, con sus manos arrugadas de piel suave y su caramelera de vidrio. No podía recordar la primera vez que la vió, no es algo común que los bebés graben en su memoria el rostro de la persona que los ayudó a llegar al mundo, aunque siempre montaba imágenes para recrear el momento. Luego de algunos metros por un sinuoso camino la encontraba buscándolo con los ojos desde su ventana, sonriendo mansamente. En esa comunión secreta de quienes se quieren se decían hola y hasta luego, para ahorrarse tiempo y dedicar las palabras (o los silencios) a las cosas importantes. Él se acercaba a la puerta, golpeaba la planta de sus pies con las manos y de costado, con los huesos, empujaba y traspasaba el umbral.
domingo, 24 de octubre de 2010
Edmilson Riveiro (Echimilson en estos lados)
:- Ey Edmilson, ve a espantar a las palomas.
viernes, 5 de marzo de 2010
Camarera
En su mesa apareció el licuado de banana con leche. "¿Te pedí unos tostados?". No, se había olvidado, pero la chica que era muy amable le dijo que no se preocupe, que estaría listo al instante. Siguió con la mirada el vaivén de sus caderas no muy generosas hasta que se perdió al otro lado de la barra. "Debo ser el único estúpido que pasó los 10 años y pide un licuado con tostados en este lugar". Seguía esperando. El lugar le parecía agradable, bien iluminado, limpio. Pensó en otros rincones de mala muerte. No, era mejor este. No se acordaba por qué habían quedado en encontrarse ahí, no tenían mucho de que hablar tampoco, era simplemente una reunión solidaria. "Solidaria". Había terminado la cosa con la chica culta, estaba solo como perro malo. Jimarson era solidario. Escuchar música, "hay un barcito donde tocan jazz a veces, es un lugar bien, podemos vernos ahí, te vas a distraer".
:- Disculpe la tardanza, es que acá solo saben destapar cerveza o descorchar vinos- y vió que tenía algo impreso en la piel, en la cara interna de la muñeca.
:- ¿Eh?- qué tarado.
:- Le decía que disculpe la demora- sonriente, mirándolo fijo, dándose cuenta de que se sentía incómodo con su "¿Eh?".
:- La verdad que no me dí cuenta, estaba mirando los cuadros- mentira.
:- ¿Le gustan?.
:- No digas le, decí te- devolviéndole la sonrisa, comprobando que era una chica simpática, quizás de su edad.
:- Si te tuteo me voy a querer quedar hablando con vos- y Robertino estaba helado.
Dió media vuelta y se fue, con la bandeja acompañando la cadencia de su andar. Él se quedó apagando el cigarrillo, probando el tostado y moviendo el sorbete dentro del licuado.
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:- ¿Así que te tiró onda?
:- Si, supongo.
:- Dejá el "supongo", pedazo de pelotudo- Jimarson era siempre blanco o siempre negro. Hora y media tarde. Estaba la cerveza junto al segundo licuado y la tercera ronda de tostados. Maníes. Cenicero rojo, circular, con tres hendiduras para posar cigarros. Mesa cuadrada, amplia, no como las de los cafés de viejos. Cuatro sillas, dos con ellos dos con camperas y demás yerbas. Los instrumentos ya eran presa de músicos aceptables, jazz decente y luces tenues. Se estaba bien, definitivamente se estaba bien. Aguantó a que Jimarson pida la cerveza para contarle. Cuando María volvió, así se llamaba (Jimarson se encargó de averiguar el nombre por Robertino), los dos la observaron minuciosamente. "Está buena che". Veredicto, claro y conciso veredicto. Luego comenzó otra vez a relatar lo acontecido antes de su llegada (la de Jimarson) y llegaron al punto de choque.
:- Es que ya me pasó otras veces.
:- ¿Ya te pasó qué?
:- Esto.
:- Dejame de romper las pelotas con tus inseguridades salame- y tomó unos manises a lo guarango y se los embuchó de una.
:- Te vas a atragantar.
:- Si me atraganto ella va a tener que venir a ver qué pasa y vos vas a poder decirle que está todo bien, que solo soy muy macho para comer de a uno o dos manices y que cuando escupa voy a quedar como nuevo- y se mandaba más, guarangamente. Robertino sonreía con esa expresión de "no cambiás más" que tentaba a Jimarson a seguir siendo el de siempre.
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Take Five, de Dave Brubeck.
:- No sé quién es el del saxo.
:- El de la batería se llama Carlos, lo conocí hace mucho en un bar de viejos.
:- ¿Carlos qué?
:- No me acuerdo.
:- ¿Y el del saxo?
:- No sé, solo sé el nombre del de la batería, escuchemos, mejor.
Take Five, hermoso. Los pies al compás. Quinta cerveza y una lágrima en la mesa. Maníes.
:- No te vas a ir de acá sin hablar con la mina esta eh.
:- ¿Qué me decís "eh" boludo?.
El solo de Carlos. Jimarson había decidido apenas terminado el tema partir hacia el baño para dejar expuesto a su amigo, obligándolo a pedir la cuenta, forzándolo a entablar un diálogo formal. Robertino estaba agazapado, espectante, sintiéndola en la barra, mirando a su colega que lo miraba de reojo y descifrando que tramaba este, desde su borrachera indómita. Acordes finales, el vaso de cerveza que descarga su contenido en una garganta que lo recibe gustosa. La lágrima hace lo suyo y también se va, dulce. Ni maní, ni tostado. Aplausos. Vuelven las luces pero no tan fuertes como al principio.
:- Voy al baño, tomá-plata-, pagá.
:- Sos un boludo importante vos...
:- Y vos un pajero, dejame de joder- y se fue, lo abandonó, lo dejó desprotegido en medio de la sabana.
Luego de sus instantes dubitativos, esos que tanto conocía en él, giró su cabeza para encontrarla mirándolo y ella se acercó sin necesidad de que la llame.
:- ¿Me vas a pedir la cuenta?- a un Robertino otra vez helado, pero ella sonreía impúdicamente.
:- Si- qué tarado.
:- ¿Nada más?- pie, otro pie.
:- No, estamos bien- qué flor de tarado. Y lo miraba de pie, a su lado, sonriendo por demás divertida porque él le había gustado así, desde que llegó con ese aire de me está pasando una boludez importante.
:- Yo si te quiero pedir algo- helado, seguía helado.
:- Lo que quieras- vamos carajo, al fin una.
:- ¿Cómo te llamás?.
:- Robertino- ¿Eso nomás?.
:- Son 27,50 Robertino.
:- Ok- y le dió 30, sin retorno.
:- Esperame que te tengo que dar el recibo.
:- ¿Y boludo?
:- Le pagué, me preguntó el nombre y me dijo que espere que me tiene que dar el recibo.
:- Ok, yo me voy a la mierda, vos te quedás acá.
:- ¿Qué?
:- Lo que escuchaste hermano, no seas estúpido, quedate- y lo abrazó, le palmeó la espalda, estaba muy borracho-. Te quiero, pero cuando te ponés boludo me dan ganas de pegarte.
viernes, 19 de febrero de 2010
Otro 504 II
:- ¿Qué hacés che?.
jueves, 18 de febrero de 2010
Otro 504
:- Hola, buen día... dele fuerte nomás.
:- ¿Ahí?
:- Mueva la manija... si, ahí.
:- No sea cosa que me pierda por el camino.
:- No, lo intenté con otros pero no funcionó (guiño cómplice por el retrovisor)... ¿a dónde?.
:- Bastida al quinientos, esquina con Gonzaga es.
:- Para allá vamos entonces.
:- ¿Y esa casa de pastas?
:- Creo que es nueva, no le quiero mentir... solo tengo siete meses en el coche ¿vió?, pero me parece que no estaba, es una buena esquina, si la laburan bien... y tiene para el momento.
:- Qué bueno.
:- No sé... yo no puedo andar comiendo mucha pasta, me fermenta ¿sabe?.
:- ¿Cómo que le fermenta?
:- Si, en la panza, me da unos gases, disculpe.
:- Ahh... a mi algunas cosas también, las croquetas, por ejemplo, cuando mi compañera me prepara tengo que andar aguantando y se vuelve un poco molesto... ella sabe que me gustan... lo sabe porque se lo digo, pero lo de los gases no, como le voy a decir a, imagine que le diga "tus croquetas me dan gases amor", las hace con dedicación y la verdad es que son exquisitas, no quiero dejar de comerlas, pero me gustaría que me deje solo una horita, porque se disfruta lo de los gases...
:- Si, claro que se disfruta, pero acá en el auto medio como que tengo que andar con las ventanas abiertas, desodorantes... no se puede.
:- Jajaja, me imagino, debe ser complicado, por eso yo también tengo que esperar a que ella no este...
:- ¿Cómo se llama ella?
:- Florencia, no sé si es mi novia o qué, va y viene como todas, nosotros solo creemos que están, pero que se yo...
:- Si, lo entiendo, estoy acá porque quedé en el perchero.
:- ¿Qué le pasó?
:- No fue por gases, apareció un tipo pintón y de guita, y sabe usted que un reparto de mortadela bocha no tienta a ninguna mujer con ganas de progresar.
:- ¿Repartía mortadela?
:- Si, de la redonda, la bocha. Ella tiene parientes por la zona de campos y nos traíamos para acá una camioneta a la semana... andábamos bien, pero se ve que este tipo anda mejor.
:- ¿Lo dejó?
:- Sin anestesia.
:- ¿Ve ese puestito de ahí? En ese lugar compro la comida casi todos los días, se lo recomiendo.
:- Gracias por el dato, ahora que voy a andar más por la calle me viene bien.
:- ¿Qué hace usted?
:- Trabajo para el diario, pero pavadas, nada importante.
:- ¿Y a qué se dedica dentro del diario?
:- La sección de cultura: muestras, música, murga, cine... eso.
:- Debe andar mucho.
:- Si, pero tengo el auto, ahora quedó en el taller porque lo mandé para que le hagan tren delantero.
:- ¿Qué auto tiene?
:- Uno como este, un 504.
:- Son una roca.
:- Si, además lo tengo flama, no lo dejo caer.
:- ¿Le molesta si fumo?
:- Dele nomás, trabajo con un amigo que anda con un pucho todo el día.
:- ¡Mirá por dónde doblás, puta!
:- Jajajajaja.
:- Es tremendo esto de andar todo el día acá, ¿no?.
:- Y, uno se brota un poco... prefería lo de la mortadela, pero ahora vió, con la separación...
:- ¿No le quedó otra?
:- Y... mire, yo siempre soñé con viajar, con hacer mis cosas, cuando la conocí dejé todo de lado, inventé ese trabajo porque no me gustó jamás tener jefe, en el fondo sigo siendo ese mismo de antes de casarme, pero ahora me veo y me siento viejo... pero bueh, puse el taxi, donde me junte unos mangos y cumpla con los aportes no me ven más la cara.
:- ¿Se va?
:- Y, estar acá es como haberse ido un poco, me fuí de mi vida, ¿no cree?...
:- ...
:- Nunca quise ser esto, así que lo tomo como un volver, cuando otros ven que me voy yo veo que vuelvo...
:- ...
:- Ya casi estamos
:- Ahí en la esquina, sin cruzar, de mano derecha, el tipo ese es mi amigo, el del cigarrillo, está fumando el infeliz.
:- Qué vicio de mierda...
:- El mango es peor.
:- Y...
:- ¿Cuánto es?
:- Ahí le digo... nueve con ochenta.
:- Doce, por la charla.
:- Gracias don, un gusto.
:- Jim, para servirle.
:- Carlos.
:- Nos vemos, termine bien el día.
:- Igual ustedes.
lunes, 15 de febrero de 2010
Nocturna
:- No te estaba escuchando.
:- ¿Entonces por qué no avisás? No me gusta hablar al pedo- a Robertino nunca le gustó hablar sin ser escuchado. Al pedo era otra cosa, porque sus razonamientos, sus conclusiones... él y todos los que lo escuchaban sabían que muchas veces hablaba para sí mismo, hablaba por hablar, por esconderse nomás.
:- ¿No ves que estoy con el mate?- José ya no lo escuchaba en esos días, había decidido hace tiempo dejar pasar ciertos temas, no permitir en ninguno de los dos ese ir y venir por la melancolía.
Un sorbo de agua tibia junto a la bombilla, después de haber quitado el polvillo a la yerba. Pasó el agua caliente al termo, empacó las galletitas saladas, las dulces, todo en la mochila. Repasadores, dos, la especialidad de José. Bolsas vacías para la yerba vieja, paquete de medio kilo sin empezar. Estaban listos, ambos.
:- Vamos che- y José se calzó la mochila, Robertino abrió la puerta, cruzaron el umbral y los recibió fuera un cielo nocturno parcialmente nublado, con esas nubes bajas que se ven bien blancas gracias a la luz de la ciudad. Robertino cerró con dos vueltas ambas cerraduras y al instante sintió ganas de fumar, de hacer su escena favorita, de intelectualizar un poco el momento. Parsimonioso tomó su fuego a bencina, luego un rubio y lo encendió con rostro estudiado, rictus firme y cuello sutilmente echado hacia delante. José miraba, ya lo había visto hacer eso infinidad de veces, entendía que lo necesitaba, que le gustaba saber que así parecía algo que no era, eso que siempre quiso ser sin sentir culpa, sin saberse hipócrita.
:- ¿Por dónde?
:- Sigamos derecho- y enfiló hacia donde estaban los árboles de tilo. Cuando ya el sol se fue hace tanto tiempo por la calle no anda nadie, menos en los barrios. El rezongo del mate y los pasos cansinos eran lo único que sonaba más allá del viento. Caminaron largo rato en silencio, pasándose el mate, reparando en algún auto, alguna casa, alguna nube. José estaba inmerso en su tarea, cebador empedernido. De a ratos, en secreto, pispeaba a Robertino, buscándolo bien, de ánimos. El cebador empedernido daba en cada mate una fracción de barrera astral. El otro, el que recibía esa fracción, estaba inmerso en la melancolía que traía aparejada su rol. No podía representarlo sin ella. El primer cigarrillo había sido por los amores longevos, ahora venía el de los breves.
:- Hacete un favor y dejá de pensar pelotudeces- y levantó la vista una milésima de segundo antes de encender el segundo rubio-, no entiendo tu necesidad de andar como un viejo miserable.
:- Vamos a la plaza esa, la de la tierra, que quiero andar descalzo- igual lo encendió, pero sin parsimonia ni nada, solo lo encendió.
Giraron a la derecha, desde ahí faltaban unas cuadras más, ninguno sabía cuántas. La plaza estaba más allá de las calles de tierra, solo tenía unas hamacas y un par de toboganes convalecientes. No era la plaza que a veces se llenaba de hippies vendedores de pulseras, esta era la plaza del barrio, la descuidada, a la que van los chicos a jugar a la pelota con esos arcos hechos con remeras, buzos, palos.
:- ¿Querés bizcochitos?
:- Ah, dale, pasá algunos.
:- ¿Dulces o salados?- le mostró el pucho en su mano derecha, estaba para lo salado, lo dulce no va con el humo.
:- Qué buenos mates che... no sé qué haría sin vos la verdad, mirá que la noche está buena, pero sin estos mates sería lo mismo de siempre...
:- Pocas veces agradecés vos, ¿pasa algo?.
:- No, ahora no, antes, lo de rumiar... viste.
:- Estás pensando en las mismas de siempre.
:- En las mismas no, en otras, me fuí a lo pequeño.
:- ¿Qué es eso?
:- A las que pasaron por ahí y a los amigos breves- y metió la mano en la bolsa de los salados, agarró varios, soltó el humo y se manducó uno. "Amigos breves", y apareció ante sus ojos un 504-. Che, están buenos.
Acomodó el pucho en su boca, la derecha con el mate, la izquierda con los bizcochos.
Acomodó el mate en su boca, junto al pucho. Lo acomodado fue la bombilla, claro, el mate está sostenido por la derecha.
:- Algunos no fueron breves, pero se fueron. Igual feliz eh, estoy feliz, mirá la calle toda para nosotros y allá, ¿la ves?, se ve la plaza José. Decime si no está hermosa, por suerte no le pusieron luces. Tenía un amigo que era de tomar mucho café, nunca te conté de él, me da cosa andar pensándolo. Era un boludo que no te das una idea viejo. A vos te hubiera caído bien, él tenía más vida que yo. Le gustaban las minas creo que más que a mí, no se hacía problemas, era de otra especie. A él le agradecí muchas veces, como a vos los mates. Es una linda noche che, nos hubiera gustado- y devolvió el mate con la derecha y el cigarro se sonrojó de repente, se encendió veloz y sus ojos se volvieron cristal-... ¿Sabés hace cuánto?, pasó mucho tiempo desde la última vez que me permití esto, ser feliz pese a las pérdidas. Siempre rumiando, siempre eso que vos sabés, y estás ahí cebándome mates, despertándome con amargos o dulces, con bizcochitos, con tus repasadores... soy medio desgraciado, lo sé- y fumaba y hablaba, vomitaba palabras casi-... desgraciado, já, pero viejo, qué pelotudazo. Caminar, mates, bizcochos y un amigo.
:- Te olvidás de los cigarros.
:- Bueno viejo, pero es una parte de mí.
:- Si, como todo- José tenía una extraña forma de resumir a Robertino que hacía los deleites de este. "Como todo", pensó. "Todo", repitió.
:- ¿Vos sos o te hacés?
:- Yo solo cebo mates.
sábado, 16 de enero de 2010
Zanahorias. (III)
:- ¿Eh?
:- Claro, la adolescencia, lo de buscar diferencias y similitudes... eso.
:- ¿A qué viene todo esto?
:- Mariana y sus colegas, lo que me contaste, la cena.
:- Ah.
Estaban en una plaza, sentados en un banco de plaza. No era grande el sitio verde, los juegos en la arena se podían contar con los dedos de una mano y la vieja calesita derruida y abandonada seguramente no soportase más de trescientos kilos de niños. El banco no tenía respaldo, era de esos que son una piedra rectangular grande apoyada sobre dos más pequeñas, cuadradas. Jimarson usaba sus brazos, tensos, para sostenerse, y Robertino se arqueaba sobre si mismo, adormecido. Era un día de verano con viento sur, nubes y clima tolerable. Luego de presentar la documentación pertinente para convertirse en empleados temporales del diario local decidieron descansar ahí, en ese banco, y pulir algunos temas, temas que siempre pulían, hasta no saber si quedaban asperezas o ya no quedaba nada. El sueño los vencía por momentos, aparecía de golpe con una brisa y tardaba en irse, lo ahuyentaba alguna pregunta, un perro, una mujer.
:- Si, tendría...- bostezo.
:- Ajá, no podés seguir escudándote en eso. No por defender a Mariana, sino por vos. Si ella no resulta bien, pero entendé que no somos tan particulares tampoco... que tenemos nuestra gente, que en esa "no pertenencia" que ves vos hay una pertenencia a algo, por eso esta amistad, ¿no?.
:- Creo que entiendo, pero tengo un sueño che...- bostezo-, creo que...-bostezo-, la puta madre.
:- Eso te pasa por hacerte el ácido en una cena boluda.
:- Tampoco voy a dármelas de eso eh, solo fuí y me cansé.
:- No seas bolú, vos primero... bah, está bien así como sos, pero dejá de aislarte, nada más. Y no seas tan cerrado, algunas personas de esos grupos podrían caerte bien.
sábado, 2 de enero de 2010
Zanahorias. (II)
:- Soy bien gonca, sino era por el alcohol...- y lo sabía bien, porque estalló en esa cena de fin de año junto a los compañeroscolegasamigos de Mariana y cubrió su malhumor con copas. Para todos fue gracioso, casi el alma de la fiesta. El sarcasmo y la poca autocrítica. Ninguno de ellos se hacía cargo realmente de los enunciados hirientes de Robertino, disfrutaban de su elocuencia, de sus definiciones. Por momentos creyó que se iba a ahogar en esa mesa para veiticuatro cubiertos con mantel blanco y copa de vino. El lugar era tan alegre, todo haciendo juego menos él que pensaba en lo amargo del azúcar. Ni Mariana, pese al tiempo que habían compartido, percibía el sordo reclamo. Era una relación directamente proporcional entre la sinceridad y las copas que luego fueron vasos de trago largo. Estaba en el vodka cuando un segundo de cordura asomó ante sus ojos y se vió estúpido, disparando con salvas de fantasía a unos espejismos de palabras cargadas y modos estudiados. Se cargó de impotencia y dedicó el tiempo a mirarlos, a chusmear con ojos ajenos ese mundo que no compartía. Él no pertenecía, se lo remarcaban todo el tiempo, no tenía los conocimientos para sentarse en esa mesa, pero el compañero de Mariana no podía faltar... tantas veces les había dado cobijo en su casa.
Entre "¿y pensás hacer algo con la fotografía?" y los viejos de la mesa contigua se quedaba con los vejetes. Escuchaba sus charlas, el programa de la tarde y el clima siempre adverso eran los temas favoritos. Se animó a meterse en alguien de esa edad e imaginar los problemas físicos, el dolor causado por la humedad... y una mano en la suya, y un "vamos" que no se sabía si era un reto o un mimo, y salió.
:- ¿Pero llegaste y le largaste eso? ¿Cómo fue?
:- Me pegué una duchita y ella me estaba esperando... no sé si me dijo de hablar, la verdad que no sé, solo tenía náuseas.
:- Vomitos metafísicos.
:- No seas pelotudo- y caminaron en silencio un rato, contemplándose.
Pasaron varias cuadras, esquinas con autos que cruzaban presurosos, bicicletas, ancianos, un ciego, muchos perros.
:- ¿Y por qué salimos a caminar?
:- Porque vos necesitabas presentar el carnet de fotógrafo en el diario, por el laburo.
:- ¿Falta mucho?
Zanahorias.
:- Cuando estás borracho sos muy cobarde.