:- Chau, Te Amo- beso en la frente, todo muy suave y despacito.
:- Yo también- en voz muy baja, pero sin parecer dormida.
:- ¿Estabas despierta?
:- Si, te escuché en la heladera.
:- ¿Por qué no me avisaste?- dos o tres besos, en la boca, seguidos.
:- Porque siempre me mandás a la cama- puchero, para que le den más besos, en la boca.
La bocina los interrumpió, Rober ya estaba encima de ella soltándose el cinturón. Le dió mucha bronca, pero era un evento importante y la masticó, como ella le había enseñado sin quererlo. Un beso más largo y a acomodarse la ropa mientras María lo masturbaba por sobre el pantalón, era un momento dificil para coordinar operaciones motrices. Salió apresurado, casi corriendo.
:- Dormí.
Ella en el medio de la cama de dos plazas abre sus piernas y su mano derecha comienza con un recorrido descendente por su cuerpo.
:- Al menos hacete una paja, ¿no?
:- ¿Me das cinco minutos?
:- En la calle no- su brazo derecho indicó el asiento del acompañante, la puerta se abrió lentamente, con tempo de lamento-. Cuando volvés la tenés ahí, no se te va a ir.
Escuchaban la misma radio, solo que Jimarson tomaba café con leche mientras manejaba. Le gustaba hacerlo todo con leche, no usaba agua. Rober podía tomarlo, era bastante tolerable preparado de esta manera incluso para un estómago endeble como el suyo. Estaban lejos del sitio, la presentación era en un pueblo vecino y el viaje les tomaría unos cuarenta minutos. El sol entraba por la ventana derecha, era traicionero, era de siesta. Los asientos cómodos, el pino aromático colgando del retrovisor y la calefacción al mínimo lo invitaban a dormir, pero no podía dejar a su amigo que lo había ido a buscar de onda, sin compañía.
:- Es un lujo andar así.
:- Es cómodo, si- tranquilo ya, en la ruta que acompaña a la playa desde que existe la ciudad.
:- A mi me da gases la vibración del motor- tomándose el vientre mientras parsimonioso observa el mar-. Esos barquitos, debe ser alucinante estar ahí a esta hora.
Abrió su bolsito con calma, sabiendo lo que iba a hacer. Primero las porciones del bizcochuelo de vainilla que parecía esponja: María estaba feliz de que a él le guste tanto. Después cargar el rollo en la cámara, como siempre, con esa calma que lo exenta de errores.
:- No vengas a joder ahora eh.
Sabía que cuando la preparaba era porque iba a sacar, aunque a él no le gustaba tanto que lo anden jodiendo mientras manejaba. Espero a que su amigo termine el ritual, a cada minuto que pasaba sus nervios iban en aumento. Ese era el problema, porque le gustaba que le saquen fotos. Se ponía nervioso, no entendía nunca si le tocaba hacer cara de algo o solo estarse normal. El quinientoscuatro andaba lindo, prefirió pensar en eso y en lo bien que estaba de pintura. Iban a noventa, clavado.
:- ¿Cara de qué?
:- De que vas manejando y son las ocho de la mañana.
:- Pero sin reirte.
Dos fotos y apareció la entrada al pueblo. Richard Holmes fue lo último que escucharon antes de apagar la radio para dar paso al sonido lejano de la prueba de sonido.
:- Ahora como siempre, yo busco cosas interesantes y vos sacás fotos y hablás con los hombres- poniendo segunda porque era una calle de tierra con muchos pozos, mirando siempre hacia delante.
:- ¿Por qué decís eso todavía?
:- La costumbre- puteando al mundo con un colpe al volante, estaban encajados.