jueves, 4 de junio de 2009

Trabajo

Sobre tres cuestiones discurrían los días de Rober: el sexo, la comida y el sueño. El aseo personal era algo más bien ocasional. Por las mañanas (la tarde para los seres normales) le gustaba comer Criollitas con Patè de Foie. Sin duda alguna lo acompañaba su bebida favorita, la chocolatada Zucoa fría. Después de dos horas de llenar su estómago encendía la pc para leer las noticias y escuchar un poco de Progresivo

(Pink Floyd, Yes, etc.).

:- Volviste a copar la computadora.
:- Pedro, no jodas. Andá a jugar a la pelota o a ver si llueve.
:- Me voy a tomar una cerveza al patio, pero cuando vuelva quiero la computadora.
:- Camila no te va a escribir.

La misma discusión y el mismo cruel remate. Así entraba en la recta final de su resumen informativo y se disponía a salir a la calle. Rober escogía sus mejores prendas, sus mallas más decentes y las más pulcras ojotas. Aún guardaba algunos pares de Rigazzio nuevos para ciertas
ocasiones. Ese día era una de esas. El par de Rigazzio y un Le Uthe nuevo fueron determinantes a la hora de tomar una ducha. No podía estrenar tales prendas con esa cantidad de material fecal adherido a sus bajos instintos.

Hora y media a temperatura constante bastó para dejar a ese proyecto de ciruja convertido en una persona presentable. Calzó los jeans en un movimiento y fijó las Rigazzio a sus pies casi a la perfección. Para terminar el look remató con una camperita Adidas que siempre tuvo muy
cuidada. Así salió a buscar trabajo, así se despidió de Pedro y José. Ninguno de los dos entendió mucho el porqué, pero tampoco esto los atormento por demás.

Pasaron dos días casi y volvió Rober. Pelo corto y afeitado, feliz por tener un trabajo decente y prometiendo solvencia económica. Rober estaba renovado, pero sabía (sabían) que no era auténtico.

Fin.